La coyuntura marca ya, tiempos y aires electorales.
Cuando nos referimos a la coordinación de dos o más personas para alcanzar, lograr un bien público del cual todos pueden ser beneficiarios – el agua potable de calidad – estamos refiriéndonos a un ejemplo de acción colectiva.
Ésta, tiene sus dilemas, pero también sus propias orientaciones de estudio y sus propias paradojas.
Una de las teorías sobre la cual se podría partir, es la de Mancur Olson, la cual pone su mirada en el individuo y también en el supuesto de racionalidad de éste. Es una teoría que tiene sus alcances, pero también sus naturales limitaciones.
Y es que sucede que aquello que beneficia al colectivo, no necesariamente implica el interés individual de cada actor para actuar o cooperar.
Caemos entonces en la falacia de composición, la cual puede variar según se trate de grupos pequeños o grandes. En grupos pequeños, el incentivo a actuar es más real, en parte por la sanción del grupo. En grupos grandes, por el contrario, unos cuantos gorrones, pueden no decidir contribuir al bien colectivo y pese a ello, verse beneficiados.
Por ejemplo, los beneficios obtenidos de acciones sindicales para obtener una mejora en prestaciones laborales.
Desde un enfoque racional, podemos analizar también el voto y la teoría del abstencionismo. Conforme a esta perspectiva, si se asume un criterio probabilístico, el que yo vote o no, no marca una diferencia significativa. Mi voto es irrelevante entre un padrón electoral de millones de mexicanos.
Los argumentos, podrían caer, con sus variaciones en dos de las siguientes tipologías: ¿y yo para qué voto, si siempre ganan los mismos? ¿Y yo para qué voto, si nunca cambia nada?
Pese a esto, la gente sale a votar en masa ¿Implica esto descartar la teoría de la acción colectiva del votante racional? No. Sí reconocer sus alcances y agregar otros elementos a la ecuación.
Por ejemplo, el voto expresivo que es aquel que considera un elemento de pertenencia o identidad como factor para salir a votar.
Por decirlo de alguna manera, si todos en mi familia votan o si soy un profesor de ciencia política y el lunes me toca dar clase y validarme antes mis estudiantes, por supuesto que saldré a votar.
Otro elemento es el de la ignorancia racional, el cual implica que por formación no pueda vislumbrar la existencia de la nula probabilidad del impacto de mi voto, etc.
Por todo lo anterior es que los mensajes de campaña a menudo son una mezcla de llamado a la acción, pero también de persuasión y seducción, apelando de esta manera al voto expresivo, es decir, más a las emociones o elementos culturales.
Resumiendo: la acción colectiva es un bien público, la cual se logra agregando elementos persuasivos, ya que, de manera probabilística, la acción individual, puede tener un saldo negativo.
Desde las antípodas, con una mirada puesta en la teoría y la acción, la analizaremos.