En Puebla, existe una derecha buena ondita que cambia de chaqueta cada quince días para aparentar ser una izquierdita progre. Esa corriente últimamente se ha vuelto activista de sofá. Es decir, activistas de Twitter o X, como le quieran llamar.
No son nuevos en la escena pública, tienen años; algunos les llamaron la izquierda guadalupana porque mientras luchaban a favor de campesinos desalojados de sus tierras y en contra de algún cacique o terrateniente, no dejaban de ir a vender la protesta.
Tiembla presunta izquierda, como los bautizó el último perredista convencido Rubén Moreno Medina.
En otro tiempo, esos militantes de café —porque organizaban sus movilizaciones en alguna cafetería del centro— se presentaban cada fin de mes a las oficinas de la Secretaría de Gobernación que se ubicaban en la 3 Poniente, frente, por cierto, a donde llegaban con sus reportes los llamados “orejas”.
Ahí en la 3 Poniente, salían caminando con sus bolsas de Palacio de Hierro o de Liverpool, pues ya habían hecho lo propio. Ya habían cobrado. Posteriormente, después de recibir el apoyo, se iban al café y otros a alguna cantina para gastar lo bien devengado.
Ahora, los tiempos han cambiado, pero las formas no.
Todo es digital.
Ahí están echando pestes, engañando practicantes universitarios, aparentando que son los que traen la luz, la información, pero en el fondo, siguen con sus mismas prácticas de siempre.
Algunos están incrustados en algunos portales noticiosos.
Otros, abanderan temas de transparencia, unos más se sienten intelectuales y luchan hasta por la defensa del Centro Histórico, aunque a sus empleados les mal pagan, los mal tratan, los explotan.
Ellos son, por cierto, los que tienen una sola verdad, la suya. No obstante, también son intolerantes con las opiniones diversas, con el debate, no observan el contexto, no miran las razones.
Les encanta presumir que son apartidistas, que no comulgan con ningún gobierno, presumen de ser anti (algo) pero la realidad los avasalla terminan siendo parte del propio engranaje.
Muchos de ellos, crecieron en el marinismo, porque como recordarán Mario Marín cuando fue subsecretario B de Gobernación y luego titular de esa dependencia con Manuel Bartlett se dedicó a apoyarlos económicamente.
Tuvieron que dar un giro, algunos, cuando estalló el conflicto de Lydia Cacho, pero se mantuvieron en algunas nóminas. Se subieron a la ola de la crítica contra el entonces gobernador Marín, aunque en privado le siguieron alabando.
Esa corriente está ahí, cambia constantemente de borracho, pero es la misma cantina. Aparentan vivir en la marginalidad, pero en la realidad han dispuesto de becas universitarias, de programas de dependencias estatales y federales.
En su momento, cuando el conflicto por la elección de 2018, se indignaron con Moreno Valle, pero en 2019 algunos se fueron a apoyar a Enrique Cárdenas, con el pretexto de la transparencia.
Están ahí, son una plaga que sale a la luz constantemente, ahora que ya inició la guerra a la gubernatura no tardarán en salir, ¿dónde se acomodarán? Con cuál de las llamadas corcholatas jugarán, porque aunque algunos de ellos le dieron la espalda a Claudia Rivera para irse con el actual alcalde en 2021, ahora regresarán a Morena, la pregunta es ¿con quién?