Comenta mi amigo Raúl Picazo después de leer mi escrito sobre las redes sociales que “el verdadero papel de éstas es crear canales efectivos para la compra y venta de productos y servicios”. Y sabemos que si estuviéramos hablando de mercadotecnia no sería un mal objetivo, sin embargo, mi señalamiento se centra en el sentido de la utilización de elementos ajenos a lo que comúnmente llamamos comunicación en las redes se convierte en vil mercancía, además de que en las redes hasta la última sonrisa puede jugar ese papel.
Sin embargo, sin perder el punto, el pensador Alberto Constante, observa con precisión que “La red social es vista como un producto de control de masas sobre las cuales se tiende una manipulación comercial”, misma que es un efecto no una causa, pues tiene funciones análogas a la del panóptico, aunque a diferencia de él, éste medio no parece tener nadie un verdadero control, inclusive, en el fondo no es sino una ficción sin mayor fin que la preservación del status quo.
Pues entre lo comercial y lo coercitivo es que se vende el discurso de la libertad en las redes. Libertad plena y no les falta razón. Desde los tiempos de la decapitación de Carlos I, Locke se establece que la libertad solo la ofrece la propiedad, por esta razón, muchos sienten que en ellas poseen no solo el derecho de expresar y manifestar, sino de hacerlo, incluso, sobre lo que nunca en su vida han comprendido: la libertad de expresión fundada sobre estas nuevas formas de relacionarse, sin tocarse, sin verse pero sobre todo sin escucharse.
En el fondo las redes sociales son la libertad de no ver, no oír y no sentir ni escuchar, es una inversión de la cueva platónica, donde entran en la sombra con la creencia que es la luz, viven la más terrible soledad recibiendo notificaciones que le proyecta como efecto alucinante una popularidad, más evidente en los cientos de miles de usuarios incapaces de enfrentar una relación con otra persona física.
Lo que acontece en las redes sociales es una muestra no solo de la degradación y falta de sentido humano, a veces da la impresión que da like o cada retuit es un renacimiento de la estupidez humana, justo como Musil lo observaba hace 100 años.
Por último, para ampliar la percepción sobre las redes y plataformas, por ejemplo, el quintacolumnista, reprocha que muchos personajes creen que, con YouTube o FB live, pueden ser parte del mundo periodístico, careciendo incluso del mínimo talento. Pero siente que su voz se concibe no en una voz más sino como La voz, lo que no oculta cierto sentido tiránico de la opinión.
En ese sentido, Bauman afirma que mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara.
La naturaleza de la opinión pública no solo la ha lastimado y tergiversado las redes sociales, la destruyen cada día.
El pensador que privilegia el estado líquido reconoce que “Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”. Y como todas las trampas, no son las evidencias lo que distingue o diferencia la realidad de lo que no lo es. La apariencia es fundamental para que la trapa opere.