La definición correcta de chaqueta mental es elucubración, fantasía.
Desde este momento y, sobre todo, entre los meses de septiembre y diciembre tendremos que caminar de puntitas para no mancharnos con el producto de todas las masturbaciones imaginarias que se harán en todos los equipos de los seis aspirantes a gobernador.
Todos los días recibiremos una llamada más o menos así, el interlocutor, no podría ser otro que el licenciado Fojaco, operador político de antaño que siempre presumía de llevar acarreados a todos lados: presidentes municipales, líderes de colonias, unidades habitacionales y una larga lista.
Ejemplos hay muchos.
El PRI, en su momento, fue la mejor fábrica de Fojacos.
“Bro. ¿Cómo viste a mi gallo? Trae espolones, ¿no? No te equivoques, es él. Ya todas las encuestas lo dan como el ganador. Si sigues así, yo no podré ayudarte con él. No te equivoques. Ayúdame para que te ayude”.
Ese diálogo lo usarán con: Armenta, Mier, Salomón, Rivera, Abdala y Huerta.
No importa quién.
Todos los aspirantes traen a su licenciado Fojaco bajo el brazo.
En uno traerán una encuesta y en el otro traerán a su Fojaco que les atienda y opere todo en aras de la “democracia”.
“Amigo. ¿Qué pasó, amigo? Te tratamos mal. Te hicimos mala cara. Ya hay línea directa de Palacio Nacional”.
Intensificará le guerra de encuestas.
Intensificarán las llamadas.
Aparecerán los que dirán: “Ya viste al candidato (a) ¿no? No te preocupes, bro, yo veo tu tema. Ahí tengo cómo acercarte con el amigo (la amiga)”.
Por supuesto, esos licenciados Pelusa no tienen ninguna interlocución con el candidato o la candidata. Son tan hábiles, eso sí, que toman su teléfono, muestran un número donde aparece el teléfono celular del abanderado. Fingen que marcan. Caminan de un lado a otro hablando como si en verdad estuvieran arreglando un tema con el candidatazo. Y algunos se atreven hasta decir: “aquí estoy con un amigo constructor que quiere llevarte unos temas, a ver si lo recibes ¿no?”.
Emocionado, el empresario, brinca de la emoción, haciendo una seña con los dedos de que le llevará algo de dinero.
El operador (Menchaca, Manubrio, Malagón, Fojaco o Popócatl) colgará y dirá: “ya quedó, hermano, te van a buscar. Si quieres yo llevo tu tema. Hay que darle algo al amigo. Yo me encargo, dame un adelanto y se lo llevo”.
Por supuesto, ni hay nada ni operación ni tema ni nada de nada.
Sólo pura elucubración, fantasía y chaquetas mentales.
Lo peligroso de esto es que no hay antídoto ante ese virus. Se vive cada seis años en México y más ahora que ya se empataron las elecciones en Puebla.
Tenemos que soportar y sobrevivir.
En septiembre, una vez que se defina la candidata a la Presidencia de la República (si es que no hay cambios) comenzará esta guerra de mensajes, operadores, lecturas y hasta pensamiento mágico que todo tendrá que ver con la chaqueta mental de los aspirantes a la gubernatura.
Y si le añadimos a eso que habrá guerra sucia por todos lados será un ponche de ácido lisérgico que nos beberemos todos al unísono.