El licenciado Fojaco está desanimado, triste, compungido. Salió de su oficina y en vez de subirse a su auto, pateó una lata de cerveza que estaba en la banqueta. Vio una corcholata ahí tirada y se acordó de la alegoría, apretó los dientes y de un pisotón la aplastó. Sus manos en los bolsillos denotaban eso que los consultores le llaman “el puerco no miente”.
¿La razón de su enojo? Leyó una entrevista en El País en la que Tatiana Clouthier afirmaba que el fenómeno electoral de AMLO (de 2018) no se repetirá mientras estemos vivos.
“¡Carajo!”, pensó, “¿Y ahora cómo le hacemos? Tantas bardas, espectaculares, violar la ley electoral y que el INE se haga de la vista gorda, para nada. De qué sirvió pagar millones de pesos en encuestas para aparecer como el favorito si no va a ser un fenómeno como el que se vivió en 2018 en el que hasta tuvo el PAN que incurrir en un fraude electoral para mantener el gobierno de Puebla”.
Ya saben cómo es Fojaco, ladino, taimado, pero él espera a que se mantenga esa ola de rechazo contra el PRIAN y ahora puede haber también un movimiento antiamlo que es silencioso, que ninguna encuestadora, ninguna se atreve a medirlo y menos decirlo públicamente porque se caen los contratos.
Vimos el Estado de México y aunque se mantuvo Morena, la diferencia se cerró a un solo dígito. En 2021 la Ciudad de México perdió la mitad de la capital del país. En Puebla perdieron la capital y zona conurbada. De hecho, Morena en la Angelópolis la perdió en 2019, cuando se hizo la elección tras la pérdida de Martha Erika Alonso.
Hay algo más, en Puebla ninguno de los que aspira a la gubernatura es disruptivo. Nadie es un outsider.
Todos son candidatos de templete. De estructura, de confeti y de matraca. Candidatos de columnas periodísticas y de boletín (que ya nadie lee, por cierto, ni los editores).
Nadie de los que quiere gobernar nos ha dicho por qué deberían votar por él. Sólo hablan para el círculo rojo. Su logro es arrebatarse priistas y presumirlo, pero es más de lo mismo. Pareciera que estamos a principios del año 2000 o la elección de López Zavala y no esta de 2024.
Ninguno es López Obrador.
Y los que ganaron en 2018 y parte de 2021 fue por ese fenómeno y ese hartazgo que había provocado el PRI y el PAN. Algunos tratan, sin conseguirlo, llamar la atención del presidente, pero es regresar al viejo PRI, a quedar bien con el caudillo, a ser tapete del sistema. Hasta la ignominia, señor presidente.
Tampoco los culpen, es por ignorancia, no saben cómo hacerlo. No es fácil ganar las redes sociales sin usar mensajes tontos o cursis. Piensan que bailar como Marcelo Ebrard es algo innovador. No saben cómo hablar con la prensa y ganar la agenda. Desconocen a su público y cómo convencerlo.
Así como van las cosas será una guerra de estructuras, de movilizaciones y nada más. No de ideas, no de ingenio, eso será para una mejor ocasión. La sombra de López Obrador (del caudillo) es muy grande y, en Puebla, aún no lo han comprendido.
No hay sorpresas, es más de lo mismo que hemos visto. Un fenómeno fue Moreno Valle en 2010 porque jugaron factores a su favor: Marín y Lydia Cacho. Lo antipático de López Zavala y el uso de la estructura: sindicatos, alcaldes, diputados y gabinete que ofendía. De ahí, Moreno Valle pues cooptó toda la estructura y se mantuvo así hasta la llegada de Marta Erika Alonso.
Por todo eso está preocupado Fojaco, porque el futuro no es como lo pintan.