24 Horas Puebla

A muchos no les gustará el título de esta columna, incluso podré ser atacado por atreverme a pedir que el exdirector de Diario Cambio ya salga de prisión y siga su proceso en su casa o que se solucione su tema, y los entiendo, pero si ya han salido exfuncionarios, políticos, y un largo etcétera desde que llegó Sergio Salomón Céspedes, quien ha pacificado la entidad y reconciliado a todos los grupos, sería necesario ya analizar la situación de Arturo Rueda Sánchez de la Vega.

Aunque no soy ni cura, ni juez, ni abogado, ni chamán de pueblo, a nadie se le desea lo que vive Rueda en la cárcel. Es cierto que fue acusado por el delito de intento de extorsión por parte de Jorge Estefan Chidiac, pero éste ya le otorgó el perdón, desde hace meses, como parte de la nueva política conciliadora que se sigue en esta última parte del sexenio.

No lo sé, pero creo que, si la intención de detenerlo era para poner un límite y la decisión del exgobernador Miguel Barbosa era darle un “hasta aquí”, una forma de decir que nadie por encima de la ley, digamos que ya lo pagó, suponemos —y deseamos— que ya aprendió la lección.

Cierto, Rueda en su última etapa parecía que no tenía límites, se había excedido, se fue contra Claudia Rivera, se fue contra Barbosa, se peleó con casi toda la prensa, yo incluido, pero  veamos ya el tema humano, ya lo bajaron emocionalmente, ya lo aplastaron, ya.

Porque si nos vamos a poner muy puros, yo he sabido de muchos periodistas que han hecho exactamente lo mismo, directores de medios, columnistas sólo que a ellos no los grabaron. Tampoco es una apología del crimen. No, no y no. No está bien ni chantajear ni extorsionar, es un abuso y eso ya se castigó con la cárcel.

Sólo que, quien fue afectado ya le otorgó el perdón.

Si la intención era para pisarle un callo a Ignacio Mier, porque la realidad es que el objetivo era el diputado federal, pues en ese momento lo pisamos (me incluyo) y también hubo daños colaterales. Lo que ocurrió en esa parte de sexenio concluyó con el fallecimiento de Miguel Barbosa y con la salida de Verónica Vélez Macuil de Comunicación Social.

Hoy que ha pasado un año y casi dos meses de su detención y ya sin una política dura, podríamos decir que nunca nos detuvimos a pensar que eso que le ocurrió a Arturo Rueda, le podría pasar a cualquiera de los que se dedican a informar. Supimos, por ejemplo, de varios periodistas y hasta el dueño de una estación de radio que fueron víctimas de auditorías por parte de Finanzas.

¿La razón? Algunos de ellos porque simplemente no pasaron el filtro y fueron señalados con el dedo flamígero del poder. Rafael Moreno Valle, quien era igual de duro que Miguel Barbosa, nunca detuvo a ningún periodista. Y sabemos que muchos de ellos, durante ese sexenio, lo enfrentaron.

Un detalle, tampoco pienso usar este espacio para hablar mal de Barbosa, no, no está bien porque ya está muerto y no se puede defender. No porque sus gobernados son quienes deben juzgarlo así como la historia ya lo hizo y tres, porque si no lo hice antes, hacerlo ahorita sería de mal gusto. Lo hecho, hecho está. Habrá quien se sintió bien, habrá quien no.

Rueda por un tema de derechos humanos debe salir de la prisión. Debe, porque si por su delito lo tenía que pagar ya lo pagó. No está bien que si trabajamos en esto no nos volteemos a ver a uno de los nuestros, aunque pensemos que no lo sea, pero lo es.

En fin, no soy abogado, no soy juez, no soy cura, no soy chamán del pueblo, sólo soy un periodista.

Y  también tengo derecho a pedir clemencia por otro ser humano.