En Lisboa, durante un evento conmemorativo de la Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974, el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, declaró este martes que Portugal debería pedir perdón por su papel en el comercio trasatlántico de esclavos. Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, asistió al evento como parte de una visita de Estado.
Rebelo de Sousa destacó que la Revolución de los Claveles tuvo como uno de sus objetivos la descolonización, poniendo fin a la guerra colonial portuguesa en África (1961-1974), específicamente en Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau y Santo Tomé y Príncipe. Señaló que la presencia de su homólogo brasileño simbolizaba un ejemplo previo de descolonización, ya que Brasil se independizó de Portugal en 1822 tras más de 320 años de dominación, misma que incluyó un activo comercio de esclavos africanos hacia América vía Brasil.
Rebelo de Sousa afirmó: “No se trata solo de disculparnos (…), porque disculparse a veces es lo más fácil de hacer. No. Se trata de asumir la responsabilidad del futuro por lo que hicimos en el pasado, lo bueno y lo malo”. Reconoció que Portugal tuvo aciertos en Brasil, como su contribución al idioma, cultura y gran extensión territorial. Sin embargo, también reconoció los aspectos negativos, como “la explotación de los pueblos indígenas, la esclavitud y el sacrificio de los intereses de Brasil”.
El papel de Portugal en el comercio de esclavos es controvertido y se enseña de manera superficial en las escuelas. Durante los siglos XV y XVI, Portugal se convirtió en una potencia marítima y estableció rutas comerciales a través del Atlántico, incluyendo la costa oeste de África. A medida que los exploradores portugueses como Bartolomé Díaz y Vasco de Gama navegaban por el sur de África, comenzaron a interactuar con las poblaciones locales y a comerciar con oro, especias y, eventualmente, esclavos.
Portugal se involucró en el comercio de esclavos africanos para satisfacer la creciente demanda de mano de obra en sus colonias en América, lo que implicó la deportación forzada de millones de africanos esclavizados para trabajar en plantaciones de azúcar, algodón y otros cultivos rentables.
Este comercio de esclavos causó enorme sufrimiento, con millones de personas sometidas a condiciones inhumanas en barcos y plantaciones. Sin embargo, no fue exclusivo de Portugal, sino que fue practicado por muchas potencias coloniales europeas de la época como España, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca y Suecia.