Aunque afectó a millones de personas en general, el terremoto en la frontera entre Turquía y Siria golpea especialmente a las mujeres, quienes viven al doble el sufrimiento de la tragedia que dejó más de 50 mil personas fallecidas em ambas naciones de Medio Oriente.
El duelo, el estrés, la falta de higiene y de intimidad, el hacinamiento en las carpas y las casas improvisadas, son parte de los problemas en las regiones arrasadas por el sismo del 6 de febrero.
“La situación es dura para todo el mundo, pero las mujeres han enfrentado grandes dificultades desde el principio y han llevado todo el peso de la vida diaria sobre sus hombros”, señala Selver Büyükkeles, de 28 años, voluntaria de la asociación feminista y LGBT Mor Dayanisma.
“Aguardan pacientemente por la mañana en los repartos de comida, cocinan, cuidan a los niños y ancianos, lavan platos, ropa”, enumera la joven, también sobreviviente del terremoto. La situación traumática después del temblor refuerza un “fuerte sentimiento de inseguridad”, señala.
“Las mujeres se sienten responsables de la situación de la familia, temen un nuevo terremoto a cada nueva sacudida. el ambiente, la vida en las carpas, la falta de intimidad, las vuelve inseguras”, agrega. En esta etapa, no se han presentado casos de violencia o abusos domésticos, pese al triste historial de Turquía en esta materia.
Es cuestión de tiempo, advierte Fidan Ataselim, secretaria general de la plataforma “We Will Stop the Feminicides”. En 2022, al menos 327 mujeres fueron asesinadas, según Women’s Review, que recopila los datos sobre feminicidios.
En el Parque de la Amistad, cerca de la clínica de mujeres, el Partido de los Trabajadores instaló una oficina dos días después del terremoto. Una treintena de carpas fueron instaladas, vigiladas por voluntarios que garantizan su seguridad cuando las mujeres vienen a usar la ducha o los sanitarios.
Hombres se niegan a usar preservativos
En una pequeña clínica para mujeres, en un parque de Antakya al sur de Turquía, la doctora Meltem Günbegi dispone de todo lo que sus pacientes no se atreven a pedir fuera. Ahí reciben cuidados que no requieren de visita al hospital, se les facilita ropa interior, productos de higiene íntima y tratamientos.
El estante más lleno es el de los preservativos. “Los hombres se niegan a utilizarlos”, indica la médica al señalar las cajas negras intactas. “Las mujeres vienen y nos piden discretamente anticonceptivos, pero lo que más nos falta son pastillas anticonceptivas”.
Günbegi, médica forense de 33 años, atiende a mujeres que perdieron todo. “En tres días vi a tres mujeres encintas en estado de shock”, cuenta.
“Cuando les pregunté si sentían que el bebé se movía, se dieron cuenta de que no habían pensado en eso. Encontraron muerte, destrucción y se olvidaron del bebé. Un mes después, apenas recuperan la conciencia de su condición”, relata.
CON INFORMACIÓN DE AFP