Como si se tratara de la Toma de la Bastilla, en el París de 1789, o la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, en 1810, Ignacio Mier Velazco se lanzó a la toma de Tehuacán.

Este domingo, en el sitio del que fue originario Miguel Barbosa, el consecuente político de izquierda que lo contuvo en sus desaforadas pretensiones por ser gobernador de Puebla en la elección de 2024, encabezó un abierto acto de promoción personal con propósitos de posicionamiento.

Se presentó frente a un grupo de personas que escuchó lo que todo mundo sabe: la búsqueda de la candidatura de Morena al gobierno del estado.

En su cálculo minúsculo, en el que estuvo acompañado de otro personaje siniestro de la escena local como Fernando Manzanilla, pretendió lanzar un mensaje de fortaleza en esa lógica abstracta que lo ha caracterizado, desde la tierra que vio crecer a su principal detractor.

Un priísta como Edgar Benítez llevó la voz cantante en ese nuevo destape -el primero sucedió a finales del mes de agosto, en donde un obsequioso Mario Delgado le levantó también la mano-.

Sin la presencia incómoda de Barbosa, Mier y su aliado de ocasión, Manzanilla, se sintió con arrestos y fortalezas que no mostró nunca antes del fallecimiento del tehuacanero, el martes 13 de diciembre.

La postura sumisa y huidiza forma parte del perfil político de uno y otro. Ni Mier ni Manzanilla forman parte de las verdaderas fuerzas progresistas que dieron como resultado la Bastilla ni la Alhóndiga, en detrimento de los conservadores del momento.

En todo caso se trata de un par de tránsfugas partidistas que salieron de las filas de sus respectivas franquicias cuando ya las posibilidades de alcanzar posiciones de poder se habían agotado.

La defensa intrínseca de un político sometido a proceso penal, como Saúl Huerta, acusado directamente por el gobierno de Claudia Sheimbaum de abuso sexual contra menores, es quizá el momento que mejor define la psique de Mier Velazco.

Acostumbrado a pactar por encima de le ley, habituado al encubrimiento de sujetos caracterizados por perversiones, se dejó arrebatar por el impulso del subconsciente: el abuso del que se presume es responsable el imputado en contra del menor que lo señaló directamente, ocurrió fuera de un horario laboral, dijo torpemente.

Manzanilla no es muy diferente de quien ahora es cabeza de grupo. En noviembre de 2012, cuando era secretario de Gobernación, el reportero Adrián Silva Moreno fue ejecutado por un grupo armado en Tehuacán cuando se dirigía a cubrir un operativo contra huachicoleros por parte del Ejército.

El aliado de Mier, que en ese entonces era funcionario de su excuñado, Rafael Moreno Valle, estableció un elemental control de daños para que la ejecución del informador no afectara el proyecto presidencial.

Reunió en Casa Aguayo a un grupo de directores de medios de esa prensa sumisa para hacerles ver que el humilde trabajador de varios medios no era reportero ni periodista.

Muerto Silva Moreno, no tuvo posibilidades de defender su papel y profesión que, por decreto, se le había despojado.

Mier y Manzanilla se exhiben reiteradamente como lo que son; el adjetivo sobra, la esencia permanece imborrable.

 

parabolica.mx

Fernando Maldonado