Mucho más allá de un entramado de responsabilidades y obligaciones legales, la llegada al poder podría describirse como un estado psicológico que “atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, de acuerdo a las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador.
De los modos y formas que los políticos tienen cuando salen de la silla tenemos, por ejemplo, al expresidente Enrique Peña Nieto, al que no se le ha vuelto a ver pisar el suelo nacional ni abrir la boca para temas políticos. Otros han sido mucho más escandalosos, como el exmandatario Felipe Calderón, quien navega con bandera de impune pese a los nexos de sus funcionarios con el narco; y a Vicente Fox, un personaje que vive en una involución del político que juró el cambio en el año 2000.
Hay políticos con otro estilo, como el gobernador Miguel Barbosa, quien ha dicho que la gubernatura de Puebla será el fin de su carrera en la política, que no busca extenderse más allá del 2024.
Al mismo tiempo, podemos observar claramente cómo hay muchos otros cuadros que ya se mueven rumbo al proceso electoral del 2024. Unos tantos que buscarán pasar de diputados locales a legisladores federales o a alcaldes; diputados federales que buscarán ser senadores o algún cargo federal, y senadores que buscarán, ya sea reinventarse o aventarse por la grande.
De entre todos estos perfiles, la exalcaldesa Claudia Rivera Vivanco llama la atención por polémica, por lo decepcionante que resultó su administración y por las expectativas personales que proyecta tanto en sus redes sociales oficiales como en las que se mueven bajo el agua.
“El que respira, aspira”, pareciera ser la idea que persigue la política morenista que cerró sus perfiles a cualquier tipo de crítica. En sus redes sociales ya no permite comentarios, muchos de ellos estaban cargados de reclamos. Quizás motivada por una autocensura o quizás por un periodo de reflexión sobre la oportunidad perdida para lograr el cambio verdadero en la capital.
Por momentos pareciera que la corriente vivanquista sigue presente tanto en el Congreso como en el ayuntamiento de Puebla, cuando las voces ligadas al grupo que ella encabeza la hacen de contras dentro de su propio movimiento.
La exalcaldesa, que llegó al Palacio Municipal como una prometedora activista de las calles, pasó a venderse para la reelección como un personaje totalmente distinto, al que solo le sobrevivió el discurso articulado.
La influencia de sus gurús y socios mermó la credibilidad que revestía a un perfil político que se promueve con un discurso de inclusión en Facebook, Twitter e Instagram, mismo que fue pisoteado en la práctica.
Sobrada en victimismo y repartiendo culpas, y por increíble que parezca, en redes sociales persisten los intentos por vender a Claudia como posible abanderada a la gubernatura para el 2024.
Mal cayó el ocaso del poder, la pérdida del reflector y la lejanía con el presupuesto. Está por verse si Claudia tendrá pase libre como el que tuvo su antecesor ante la estela de escándalos que dejó en su mandato.
@Olmosarcos_
Máscaras escribe Jesús Olmos