Para cierto sector social, el desarrollo tecnológico y la carga laboral derivada del contexto de aislamiento por la pandemia de Covid-19, representó mezclar actividades rutinarias con el uso de equipos tecnológicos. En México, por ejemplo, aumentó un 42% el uso de instrumentos o dispositivos tecnológicos, apropiándose del internet, inclusive como parte del ejercicio de la crianza.

Ahora bien, imaginemos a un menor criado por un adulto que concibe a las tecnologías como instrumento emancipador en la abolición de las tradicionales jerarquías, pues la evolución tecnológica, las nuevas formas de trabajo colaborativo y los instrumentos de comunicación, suponen canales dinámicos de relación, conexión y colaboración en la adquisición de información y conocimiento. Bajo este precepto, la tecnología representaría el paraíso utópico emergente, capaz de alumbrar y direccionar al mundo hacia una equidad social. Por lo tanto, acercar la tecnología a un menor sería desdeñar la idea que el abuso de la conectividad, la navegación sin supervisión —no únicamente por el consumo de violencia, sino también por el bombardeo constante de mensajes de representantes de la esfera del poder— y la sustitución del desarrollo de actividades al aire libre, representa problemas en el crecimiento de las habilidades comunicacionales interpersonales del menor, que se consideraría un «huérfano digital».

La «tecnoinferencia» que representa una barrera comunicacional para el menor, construida por el adulto a través del uso de la tecnología, interfiere en los procesos socializadores tanto familiares como colectivos al momento de su etapa de vida adolecente. La evidencia más concisa es cuando el adulto dota al menor de un dispositivo móvil como una medida pacificadora que sustituye a la atención personal, o a la de un juguete tradicional. Es por ello que, cada vez es más común observar a un menor que prefiere utilizar un celular o una tableta electrónica, en lugar de un juguete o de la interacción interpersonal.

El comportamiento y uso tecnológico del adulto también educa la relación que existe entre los padres e hijos. Para la etapa adolescente, la sobreexposición a internet, donde se consumen narrativas transmediales simultáneas, crea una errada estimulación de mantener una comunicación activa «multitasking» con su ecosistema digital, situación similar a la que sucede con generaciones acostumbradas a la televisión.

Actualmente, los niños y adolescentes utilizan los instrumentos digitales con mayor frecuencia para informarse, aprender, leer, hacer tarea, escuchar música, ver películas, consumir televisión digital, jugar, comunicarse y relacionarse con los demás. El contexto salubre actual obliga a abandonar la comunicación física, dejando la interacción al entorno digital que es respaldado por la arena de la Web 3.0 y 4.0 basada en un entorno semántico cualitativo que aprende de las preferencias del usuario, según su consumo.

Dependiendo de la carga sociocultural que le otorguemos a la tecnología, será la consecuencia en el desarrollo personal reflexivo que impacte de manera colectiva.

 

@cm_ramoslinares
Ecosistema Digital escribe Carlos Miguel Ramos Linares