Envuelta en la vorágine de la segunda semana de la campaña y colocada contra la pared por el cúmulo de errores propiciados desde el gobierno municipal y sin más instrumento que una pobre retórica, la coordinación de Claudia Rivera Vivanco en manos de la académica Liza Aceves, cometió uno de los más graves errores estratégicos: exhibir su encono hacía la familia del gobernador Miguel Barbosa.
Sin tener una sola prueba en la mano, una práctica de la que tanto se duelen por la prensa que de manera recurrente formula acusaciones de corrupción, Aceves decidió entrometerse en una alcoba ajena.
Decidió que era un buen momento para ventilar una supuesta relación sentimental entre el titular del poder Ejecutivo y una funcionaria menor del sistema DIF Estatal. La vileza de la acusación manifiesta dejó estupefactos a propios y extraños porque descendió a las cañerías de donde dicen, salen las campañas de lodo.
No es el único agravio que ha recibido el núcleo familiar de un mandatario colocado en el centro de los ataques cobardes de gente sin rostro, anónimos o adversarios de pobre cuna y estirpe innoble. No hace falta mencionarlos porque su identidad ha sido reiteradamente señalada en deberlos espacios.
Hace tiempo que no “enferman” a Barbosa, pero no tardarán en echar mano de esas patrañas para “hospitalizarlo”.
Liza Aceves fue más allá. El grado de animadversión en el círculo de la candidata de Morena a la alcaldía es exactamente proporcional al nivel del debate al que descendieron en la escena pública y, de paso, terminaron por exhibir una mediocridad que de por sí, ya existe en el imaginario.
Una sonrisa burlona enmarcó la penosa escena por parte de la candidata a la presidencia municipal -edil con licencia- y Leobardo Rodríguez, exsecretario de Administración, cuando la coordinadora de la campaña dio rienda suelta a la hiel que fluye de una mala entraña, hasta la mañana de jueves desconocida.
Acostumbradas a portar estandartes y levantar la mano con el puño cerrado para condenar la violencia de género y el machismo, los tres personajes cometieron un atropello condenable por oprobioso en contra de una mujer que no juega en la contienda: Rosario Orozco Caballero, la esposa del gobernador difamado.
Feministas se han dicho de manera reiterada y hasta han acompañado actos vandálicos detrás de rostros anónimos, pero la mañana de este jueves terminaron por exhibirse de cuerpo entero.
Un viejo maestro de la comunicación, el periodismo y la política, simpatizante auténtico de la izquierda histórica, Miguel Ángel Granados Chapa, sugería siempre escribir o decir lo que el emisor del mensaje era capaz de sostener en la cara del destinatario.
Tendríamos que ver a Liza Aceves mirar de frente de la señora Orozco Caballero la compañera de vida del gobernador, dueña de una personalidad y perfil que no hace daño a nadie, para sostener el dicho temerario de la mañana de jueves, con la seguridad de tener en su poder las llaves de un alcoba que no es suya.
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado