“El silencio tiene palabras claras, más transparentes que el agua del río”, se lee en el cierre del capítulo de una bellísima novela de Isabel Allende.
La frase aplica como pocas a la ausencia de una reacción del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, en torno al secuestro, tiroteo y enfrentamiento en el municipio de Zapopan, donde a plena luz del día un comando armado hasta los dientes desató el miedo con total impunidad.
Los hechos grabados por cantidad de cámaras y teléfonos celulares exhiben a un grupo de sujetos bien organizados haciendo evidente el grado de descomposición que se vive en la entidad del occidente de México, ante un gobernador más preocupado por su sueño guajiro y presidencial.
Jalisco es una entidad en donde en fechas recientes, por igual te lanzan cualquier adjetivo para limpiar una irresponsabilidad, te levanta la Fiscalía por manifestarte contra el autoritarismo del gobernador, te asesina un policía por no usar cubrebocas, te apilan en tráilers congelados, te buscan debajo de la tierra o un comando entra a un restaurante y te asesina, luego limpian el lugar y olvidan que todo aquello pasó sin dejar huella.
En Jalisco también se promueve un doble discurso sobre la libertad de expresión, aplaudiendo a payasos y marionetas del poder, mientras se da con el garrote y el lazo al periodismo libre y sin ataduras.
Jalisco no es tan diferente al Veracruz de Fidel o Duarte, al Chihuahua de Jacques, al Michoacán de Fausto y Silvano o al Tamaulipas de Egidio y Cabeza de Vaca, sólo que cuenta con una muy buena prensa. Coberturas noticiosas en positivo que resaltan a un gobernador valentón, lenguaraz, bueno para los cacahuates, la pizza y el tequila; un mandatario al que no se le pide el mínimo de coherencia; un mandatario con vocación para la deuda jugosa, para el lujo y la diatriba.
Mientras tanto, desde Casa Jalisco persisten las mesas de la simulación donde el mandatario continuamente amenaza con dejar la Federación porque Jalisco no recibe lo que se merece. Desde ese sitio en el que todo es color “naranja”, brillan los jugosos dividendos económicos por agachar la cabeza y dubitar sobre el pacto fiscal.
En comunicación política, los vacíos de información siempre se llenan de alguna manera, está más que probado que el silencio agrava las crisis y alimenta las suspicacias. En torno a la seguridad, devela un manto corrosivo de complicidad o el temor de que algo más salga a la luz.
A nada de cumplirse las primeras 48 horas de silencio sepulcral de Alfaro por la descomposición de Jalisco, es innegable que está de vuelta el imperio del horror que sólo narran las series de Netflix o los documentales noventeros.
Alfaro, la apuesta de Dante para el 2021, ha exhibido que las muestras de arrojo están reservadas para lo teatral, porque cuando se trata de defender a los ciudadanos, el espectáculo puede esperar.
@Olmosarcos_
Máscaras por Jesús Olmos