Educó a tres hijos que ya son adultos, los pulió como sus joyas más preciadas y al mismo tiempo se volvió el mayor sostén de su familia.

Siempre ayudando a los demás, la mujer de esta historia trabaja todos los días en un negocio propio y por la televisión escuchó que había nuevos programas sociales que la ayudarían a que el techo de lámina y vigas en el que ha vivido sus más de 40 años, se convirtiera en una casa fuerte para su familia.

Escribió el correo electrónico que escuchó que mencionaban en la televisión y envió un mensaje para ser candidata a acceder a uno de estos créditos que la oposición vapuleó y que los grandes economistas pisotearon en los medios.

Unas semanas después, la primera llamada llegó; y con ella una visita inesperada de la trabajadora de una dependencia gubernamental que había llegado a su puerta para darle la posibilidad de entrar a un censo y que con ello obtuviera el beneficio de 35 mil pesos para mejorar las condiciones de su casa.

La trabajadora entendió condiciones de vida, lo que parecía un solo terreno en realidad eran dos, divididos por herencia y entonces hubo nuevas posibilidades de acceder a mayores beneficios.

Las condiciones fueron simples, reportar peso por peso gastado, hasta de los clavos que utilizaría, que realmente usara el dinero para mejorar su casa y, también, sin ninguna vinculación de partido o grupo político al que hubiera que devolverle algún favor.

Así empezó, mientras ella trabajaba para seguir generando recursos para los detalles que siempre surgen en este tipo de construcciones, la obra involucró a uno de sus hijos y un tío, mientras que 4 o 5 albañiles más trabajaron en renovar desde los cimientos esa pequeño rincón familiar.

Comenzó entonces a moverse un engranaje de cosas que poco entienden los economistas de escritorio y que las actuales administraciones han sabido entender de una mejor manera, aunque, vale la pena aclarar, no perfecta.

Proveedores menores recibieron un pequeño impulso para mantenerse a flote en medio de la pandemia que no solo ha provocado tragedia en tantas historias de vida, sino que también tiene en terapia intensiva a infinidad de negocios. Estos proveedores se inyectaron de capital para repartir a sus empleados; estos para repartir en servicios y productos y mantener un círculo económico, pero orientado desde abajo.

Por supuesto que el programa tiene huecos y exhibe una facilidad inconmensurable para que los recursos no lleguen al destino deseado, pero no está de más resaltar que la lógica de dejar de rescatar al gran capital y ofrecer el apoyo directo a la gente ya rinde frutos.

Si se ha decidido quitarles el dinero a agrupaciones sindicalistas, corporativistas, falsos representantes de campesinos, obreros y trabajadores para dárselos a mujeres como la que aquí se cuenta, en este país vamos de gane.

 

@Olmosarcos_

Máscaras por Jesús Olmos