Por Pascal Beltrán del Río
A más de año y medio de la ausencia de los 43 normalistas de Ayotzinapa, sería un hecho extraordinario que éstos aparecieran vivos.
Alguien tendría que tenerlos ocultos y haberlos alimentado con suficiente frecuencia y cantidad para que no murieran.
Se han dado casos, por supuesto, como el del soldado estadunidense Floyd James Thompson, quien estuvo cautivo en Vietnam durante casi nueve años, entre 1964 y 1973, sin que su familia supiese que había sobrevivido al derribamiento de su avión.
Pero tendría que haber una razón, como la tuvo el Viet Cong, para mantener a un cautivo con vida. Más aún a 43 personas, o 41 si se toma en cuenta que existen evidencias forenses del fallecimiento de dos de ellos, Alexander Mora yJhosivani Guerrero.
Luego de 650 acciones de búsqueda de los normalistas por parte de la PGR, todas ellas infructuosas, tiene que considerarse que los normalistas, de quienes no se tiene rastro, probablemente jamás aparezcan.
El viernes pasado se dio a conocer que resultaron negativas las pruebas de identidad aplicadas a un segundo conjunto de restos por parte de la Universidad de Innsbruck.
Eso no quiere decir, como afirmó el pasado fin de semana el vocero de los familiares de los desaparecidos, que la tesis del asesinato e incineración de un grupo de normalistas en el basurero de Cocula haya sido desmentida.
Simplemente quiere decir que las pruebas de laboratorio aplicadas a las evidencias no arrojaron la presencia de ADN por su nivel de deterioro, como sí ocurrió con dos fragmentos del conjunto anterior, que dieron dos identificaciones positivas.
¿Ante qué estamos ahora? Probablemente ante la comisión de 43 asesinatos, además de los que ocurrieron la noche misma de los hechos en Iguala.
¿Puede existir un homicidio sin que aparezca el cuerpo? En la ley mexicana sí. De acuerdo con el Código Penal Federal, no hace falta que aparezca un cuerpo para que se configure el delito de homicidio.
Lo que se requiere es probar la preexistencia de la vida humana y la privación de ésta.
En casos de asesinato, el cuerpo del delito no es el cadáver sino el conjunto de elementos que contiene el expediente, como son los testimonios, confesiones y dictámenes periciales.
Se sabe que 136 personas han sido consignadas por el caso Iguala, como presuntos responsables de distintos delitos. Hay, además, otros presuntos participantes en los hechos que siguen prófugos.
En la trama de esa noche negra, las personas que están bajo proceso tuvieron distintas modalidades de participación. Sin embargo, de acuerdo con partes de los expedientes que se conocen, algunas de ellas privaron de la vida a los normalistas.
Tocará al Ministerio Público federal probar ante el juez quién hizo qué.
Si lo que se quiere es justicia, lo que cabe esperar es que todos aquellos que colaboraron esa noche para desaparecer y seguramente matar a los normalistas paguen por sus crímenes.
Desde luego que todos quisiéramos un desenlace en el que los 41 normalistas sobre los que no hay evidencia de su muerte aparecieran con vida. Pero eso se antoja, como digo, muy poco probable si no es que francamente imposible luego de 18 meses. Sobre todo cuando algunos de los detenidos han confesado que al menos un grupo de ellos fue asesinado.
Lo menos que podemos esperar de parte de la justicia es la condena por homicidio a quienes, de manera directa o indirecta, llevaron a esos estudiantes a la muerte. Ojalá que el Ministerio Público federal tenga todos los elementos para probarlo y conseguir que un juez dicte sentencia.
A falta de encontrar vivos o muertos a los 41 normalistas sobre los que no hay rastro, ésa sería, para mí, la única forma de cerrar el caso.
Apunte al margen
El viernes me hizo favor de llamarme Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, para decirme que ningún candidato de ese partido ha perdido “un solo spot o un solo minuto de tiempo aire” a causa de su propia campaña de promoción. Agregó que su aclaración a lo que escribí aquí es verificable en los archivos del INE. Pese a que hay quienes en el PAN afirman otra cosa, esta columna cree en el derecho de réplica. Gracias, Ricardo.