Seguimos despellejándonos, verbalizando el cuadro de Goya, Duelo a garrotazos, en el que dos hombres se mataban.
Practicamos el cainismo de “cuanto peor, mejor”. A la envidia, el deporte nacional del español, le añadimos la falta de preparación intelectual y tenemos la fórmula perfecta para el anacronismo del nacionalismo catalán o vasco. De ahí sale el querer romper la unión del país, la imagen pueril o rústica de ser catalán sin ser antes español.
Por eso, ante tanta mediocridad, ante tanta falta de respeto y civismo emerge la figura de Rafael Nadal, un tenista joven, centrado, ecuánime y global; un tipo serio con las ideas claras, con una sangre fresca que corre por todo su cuerpo, un hombre regido por la serenidad con muchos éxitos que le adornan, con Wimbledon, Roland Garros y tantos más que hace que nos sintamos orgullosos de él.
Se trata de un hombre sin complejos, ni ambages, ni ambivalencias.
De sus labios se dibuja la palabra España, con todos sus fonemas, como tiene que ser, sin ningún tipo de vergüenza.
Ya está bien de que en España tengamos que escondernos por decir que uno es español, que se siente español. Ya está bien de no poder sacar la bandera o de no escuchar nuestro himno por el qué dirán.
Durante años, el franquismo se adueñó de todo aquello y lo hizo propio. Pero hoy es de todos los españoles y tenemos que sentirnos orgullosos de ello, sin ningún tipo de complejo.
Me niego a pensar de otra manera. Yo no soy un hombre conservador. Soy un español más que ama a su patria, a su himno, a su bandera. Y eso no me hace ser de derechas o de izquierdas; eso me hace ser orgulloso de lo que soy y de lo que siento.
Cuando veo a Rafa Nadal triunfar en París en el Roland Garros o veo a tantos otros deportistas ibéricos que llevan a España por los cinco continentes, no puedo más que sentir orgullo de todos ellos.
Y mientras tanto veo a unos cuantos catalanes –no todos, ni mucho menos– con la simpleza de querer separarse de España.
Está claro eso de que la estupidez es como la gripa, se propaga con mucha facilidad.