En medio de una severa crisis epidemiológica por la propagación del Coronavirus en el mundo, surgió un conflicto entre el Gobierno del Estado y el Ayuntamiento de Puebla.
No se podría decir que un choque de trenes porque no se puede igualar la fuerza del Estado a la fuerza de un municipio, aunque éste sea el más importante al tratarse de la capital.
Sin embargo, el conflicto lleva un poco de berrinche y sinrazón.
Por todos es sabido que el gobierno de Claudia Rivera Vivanco ha dejado mucho que desear y ha decepcionado a propios y extraños.
Su llegada al Charlie Hall puso en evidencia su falta de oficio político.
¿Quién era Claudia Rivera antes de convertirse en la Alcaldesa de la cuarta ciudad más importante del país?
Nadie.
Prácticamente se sacó la lotería sin comprar boleto.
Fue una de las beneficiadas de la ola lopezobradorista.
Su máximo logro fue una posición de medio pelo dentro de Morena.
Y no es un secreto que a su llegada al poder, existieron dos fenómenos que se desbordaron como cerveza agitada: la inseguridad y el ambulantaje.
Rivera Vivanco no supo o no quiso remediar ambos problemas que comenzaron a desgastar su gobierno y su propia aceptación.
Hoy, más de una empresa demoscópica la ubica como de las peores ediles del país; de hecho esta a nada de ser la peor, de acuerdo con las diversas mediciones realizadas por firmas serias, no en Puebla, sino a nivel nacional.
Con el fin de imponer una mujer para así mostrar supuesta inclusión y equidad, la edil capitalina nombró a Lourdes Rosales como titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del municipio, a quien yo conocí como rectora de la Academia Militarizada Ignacio Zaragoza.
En ese puesto, Lourdes Rosales fue efectiva y consolidó a la Academia como una de las mejores en la región.
Pero uno puede ser bueno en una cosa y malo para otras.
Es el caso de ella, pues con su llegada, la incidencia delictiva incrementó alarmantemente y la tranquilidad de que gozaba la capital, nunca se recuperó.
Puebla se convirtió en una ciudad sin ley.
La edil capitalina encontró muchísimos pretextos para justificarse, desde echarle la culpa a los gobiernos del pasado, hasta culpar a la falta de un gobierno con el cual poder establecer una línea de acción.
-A la Presidenta Municipal le tocó el proceso de Gali-Martha Erika-Almeida-Pacheco Pulido-Barbosa-
Pero una vez consolidado el gobierno de Miguel Barbosa y perdonado el desliz de haber apoyado a Alejandro Armenta durante la “precampaña” de 2019, las cosas cambiaron.
La criminalidad aumentó y solo se requería comenzar el 2020 con un presupuesto más libre que el de un año atrás -el que despilfarró el priista Jorge Estefan Chidiac- para poder tomar acciones.
El gobernador Barbosa estableció un Acuerdo Metropolitano que involucró a otros municipios que cojean del mismo pie, producto de su inexperiencia.
Es entonces cuando se acordó que para poder confrontar a la delincuencia se requería cambios en la SSC.
Claudia Rivera estuvo de acuerdo y puso como condición que el puesto fuera sustituido por otra mujer.
Barbosa optó por Carla Morales Aguilar.
En el último segundo, Claudia Rivera se echó para atrás.
¿Cómo explicar que cuando por fin se tenía la oportunidad de recuperar la seguridad para las familias poblanas, la actitud de la edil fuera la que hoy todos conocemos?
Definitivamente el mandatario estatal tiene aún retos que resolver en todo el Estado en la misma materia, pero Claudia tenía la oportunidad de echarle la culpa al propio Gobernador en caso que la estrategia no resultara como lo había prometido el inquilino de Casa Aguayo.
¿Cuáles son los intereses que hoy hacen que Claudia Rivera se aferre a la Secretaría de Seguridad Ciudadana, que hoy además es una dependencia señalada de complicidad con el crimen organizado?
¿Qué papel esta jugando René Juárez Galindo?
Esta es la otra contingencia, donde tal pareciera que solo buscan jugar a las vencidas entre ellos, aún perteneciendo al mismo partido, en lugar de encontrar una solución que verdaderamente resuelva el grave problema de inseguridad que padecemos las familias poblanas.