Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria
Las lecturas para los niños siempre han sido motivo de preguntas y nunca ha sido fácil atinar cuáles son los mejores libros para los pequeños lectores, o al menos, explorar sobre la percepción de la lectura de libros de literatura -que son los que a mí me ocupan- y analizar su resonancia en esas importantes edades de la vida porque es por la edad, por lo que se han hecho clasificaciones de los cuentos y la poesía para niños de las distintas edades. Eso se debe discutir con mayores argumentos, con mayores alcances y los indicados para hacerlo, son los editores, los escritores y los encargados de la política de la educación, porque unos se someten a lo que se vende y otros a lo que da cierta ideología futura.
¿Cómo podemos decidir los adultos las lecturas que los niños prefieren? Es muy sabido que los niños prefieren aquello que los haga bucear en la fantasía y les mueva de manera más activa la imaginación; lecturas en donde la acción tenga ganado el terreno y los niños prefieren lecturas en las que los personajes tengan movilidades importantes y hazañas con los necesarios misterios y enigmas.
¿Pero qué debe contener la historia que los niños deben leer? Es una constante que en cada libro que ha sido escrito para niños, combaten el mundo de los opuestos: la paz y la guerra, el amor y el odio, la amistad y la traición y otros valores que forman parte de la educación y la cultura del pueblo al que el niño pertenece y debe saber que aquello que lee, también sucede en la realidad suya o al menos que pueda hacer comparaciones de ese corpus de ambas realidades. Y creo que los niños en su percepción, pueden comprender muy bien -de manera natural e intuitiva-, lo que sucede en una historia, es decir, comprenden a su manera, el zumo de la historia leída.
También puede decirse que por parte del mundo adulto, se han tratado de mediatizar los contenidos que los escritores, los editores y el poder capitalista e ideológico, creen que los niños deben o no leer y buscan las historias y los “temas” (Palabra desgastada hasta el hartazgo) que no contengan palabras, situaciones, hechos y personajes que –desde el punto de vista de los adultos– no deben exponerse ante los ojos de su modelo de aprendizaje moral y social que están aprendiendo los niños y sí manipularlos a conveniencia comercial e ideológica.
No es raro que los adultos crean que los niños no van a entender la historia, ya sea por falta de léxico o por falta de conocimiento previo (la literatura es conocimiento por adquirir). Sin embargo al respecto, se ha sabido de casos de niños a quienes en edades tempranas, se les ha leído El Quijote, la Iliada y la Odisea y logran entender cuáles son los héroes, quién es El Quijote y se ríen con apertura de las hazañas de su escudero Sancho. Y quizás eso basta para que en el futuro, puedan acercarse decididamente con toda propiedad a la lectura de estos libros que serán recuerdos significativos. Y aquí los recuerdos de las ficciones conocidas durante la niñez, siempre serán importantes.
Leerles a los niños textos originales o incitarlos a la lectura de textos clásicos, no es descabellado, ni está bien que creamos que porque no entienden una gran cantidad de palabras, no quedará clara la historia, pero no olvidemos que las palabras son instrumentos que también se aprenden con el uso y en la convivencia con ellas, y aquí la lectura es una manera de convivencia extraordinaria e inolvidable. Tal vez sea más perjudicial, privarlos de libros centrales de su cultura y disfrazárselos omitiendo pasajes que se cree que ellos no han de comprender. O adaptando y disminuyendo el valor de la historia, como tantas veces se ha hecho, precisamente con El Quijote, caricaturizándolo hasta el ridículo y dejando que la historia parezca ser para lectores tontos. Hay libros importantes que han sido “adaptados” para que los niños los lean con facilidad, y es ese el recuerdo que se quedará en su memoria desmereciendo su valor: “libros fáciles”.
Y lo que todavía resultaría más perjudicial, es que se hagan libros pensando en que el mundo es distinto a lo que ellos viven y en la realidad están viviendo. Hoy día, permea la sobreprotección de la niñez con claros visos de alejarlos de una realidad, prometiéndoles a los niños que serán triunfadores y merecedores de un mundo de confort y alegría. Nada mejor para nuestros pequeños lectores, será que lean los libros fundamentales y que hagan suyos a los personajes más importantes de la literatura, porque de adultos, podrán comprobar que aquellas enseñanzas de la lectura cuando fueron niños, de verdad fueron tan fértiles, como lo que en otros campos del conocimiento aprendieron.
Recuerdo haber oido a una persona decir que de niño leyó Moby Dick y me dijo, que era la historia de una hermosa ballena que andaba vagando por el mar. Y ahí puede verse el resultado de las adaptaciones bobas para niños. Moby Dick no es eso por supuesto. Y se lo dije; estaba sorprendido que hubiera percibido la historia equivocada. Y allí hay un engaño. Tal vez uno de los requisitos –si es que los hay–, sea que los niños conozcan las historias verdaderas que los grandes autores han narrado. Nada les va a pasar, por el contrario, vivirán plenamente las emociones como se presenta de verdad en cada historia y nadie les mentirá. Por el contrario aprenderán a conocer la verdad que tanta falta hace que se aprenda a conocer en nuestro tiempo de mentiras.