La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía

Llueve sobre mojado.

Otra vez.

Juan Carlos Lastiri ya asomó la nariz en la telenovela del momento: la Estafa Maestra.

No tardará en asomar también las orejas, las manos y los pies.

Siempre estuvimos claros de una cosa: la riqueza súbita —su súbita riqueza— no era gratuita.

Tenía que venir de algún lado.

Y ese lado estaba a unos centímetros de Rosario Robles.

Y no es lado: es un hoyo negro que huele a cloaca.

Llama la atención, por cierto, que Lastiri —de un tiempo a acá tan desaparecido— esté tan de manteles largo en su natal Zacatlán, donde construyó un lujoso y carísimo spa llamado San Miguel a la altura de su ego.

Y vaya que necesita al arcángel para enfrentar al demonio del insomnio, pues los demás integrantes de la Estafa Maestra tampoco pueden conciliar el sueño.

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La Realidad Imita a la Nota Roja

Son demasiadas casualidades.

Los mismos personajes del culebrón producido en el espacio mañanero de Brozo —ese payasito despintado— tocaron la cárcel en los últimos días: Rosario Robles y Carlos Ahumada.

Qué bueno que el presidente López Obrador ha dicho que su fuerte no es la venganza.

(¿Qué tal si lo fuera?).

Aunque Paco Ignacio Taibo II ahora que estuvo en Puebla dijo unas líneas perturbadoras: “Toda venganza es sagrada. Es la fuente (dicha venganza) reivindicada por la sociedad”.

(Palabras más, palabras menos, así lo dijo).

Así, pues, todo lo que estamos viendo tiene que ver con lo sagrado y, faltaba menos, con la justicia divina.

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Una Escena del Pasado Reciente

En el primer acto, tras la investidura del gobernador Miguel Barbosa —efectuado en el Auditorio Metropolitano—, se encontraron frente a frente René Bejarano —mister Botox— y Santiago Nieto, titular de la cada vez más célebre Unidad de Inteligencia Financiera.

Tras los “holas” de rigor, y en medio del conocido ritual de los abrazos de caguamo, Bejarano y Nieto se metieron en una plática de dos minutos con quince segundos.

¿Qué se dijeron?

Después de lo que acabamos de ver con la señora Robles y el señor Ahumada es fácil de adivinar.

Por cierto: qué difícil debe ser para la periodista Carmen Aristegui que su único hijo se llame igual que uno de los principales protagonistas de la Estafa Maestra: Emilio Zebadúa.

Y aunque el cómplice de Rosario Robles es el único responsable de sus delitos no deja de cubrir de calosfríos ignotos toda esta historia a personajes como los citados.

Es cuanto.

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Taibo Entre Nosotros

Paco Ignacio Taibo II es otro Taibo cuando habla de poesía y literatura, o cuando razona sobre el placer de leer.

Ahí aparece un Taibo emocionado, lejos de ese personaje público que se ha construido y que, a veces, oculta al Taibo escritor: un gran escritor e historiador, y narrador brutal.

—¿Cómo le haces para escribir en medio de toda esta vorágine del Fondo de Cultura Económica?

—No he escrito nada en meses. Antes escribía en las madrugadas. Todas las madrugadas. Hoy es imposible.

Estamos desayunando en la Casa de los Muñecos del Complejo Cultural Universitario.

He aquí que estamos reunidos el rector Alfonso Esparza,Toño Fernández Brito —titular del IAP—, Fritz Glockner —director de Educal—, y Jorge Uribe —secretario de Salud del gobierno de Miguel Barbosa.

Taibo está de excelente humor y devora todo lo que le ponen enfrente.

Eso sí: no puede faltar la inevitable Coca-Cola a unos centímetros de su mano derecha.

Por iniciativa de Toño Fernández, el rector Esparza y Fritz se armó una feria de libro que atrajo a centenares de personas y una conferencia a dos voces que resultó magistral.

Taibo compartió escenario con Armando Bartra, a quien califica como el mejor intelectual de izquierda de este país.

El tema de Taibo es la emoción de la lectura y el placer que lo lleva a devorar los libros.

De eso hablamos por momentos en el desayuno.

También —faltaba más— de El olor de la magnolia, su más reciente novela publicada por Planeta, que trata sobre un grupo de italianos enviados por Porfirio Díaz a la región de Fortín de las Flores, Veracruz.

El fin de esa iniciativa era nada menos que mejorar la raza.

Taibo se emociona cuando narra la trama.

Y permanecerá emocionado a lo larga de la gran jornada cultural.

Antes tres mil quinientos espectadores hablará de cómo la lectura cambia la vida de las personas y compartirá un secreto matinal.

Todas las mañanas, dijo, me levanto y me miro al espejo y termino diciendo el mismo verso de Ungaretti: “Me ilumino de inmenso”.

Quién lo dijera: el polémico activista pro López Obrador, el de “se las metí doblada”, se confiesa emocionado por el poema de un solo verso de un poeta odiado por los enemigos del arte por el arte y la poesía pura: un poeta intimista que redujo a un solo verso un poema de quince versos: un verso rotundo y hermoso: “Me ilumino de inmenso”.

Ese Taibo, emocionado casi hasta las lágrimas, agradecerá de pie el aplauso sonoro de un público que lo ve como se mira a los rockstars.

(Fritz le confiesa al que esto escribe que nunca lo había visto tan conmovido en una conversación pública).

Luego Taibo se meterá a su camioneta y partirá hacia Zongolica donde se reunirá con sesenta personas para temas relacionados con la lectura.

Algo queda en claro después de oírlo: es un cruzado cultural que está moviendo a México todos los días a pesar del ruido y la vulgaridad del espacio público.

Muchos años de vida, Paco Ignacio.