Por: Agencia Notimex
El biólogo marino Lorenzo Rojas-Bracho instó a evaluar “el pasado y el futuro” de los proyectos del Grupo México, causante de un reciente derrame de tres mil litros de ácido sulfúrico en el Golfo de Cortés, pero que a lo largo de muchos años trasunta un “patrón conductual, delictivo al medio ambiente y a los seres humanos”.
Rojas-Bracho, doctor en Biología Marina e investigador del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA), hizo ver que el Grupo México ha recibido “un trato privilegiado” por años, pese a que registra en promedio un desastre anual en los últimos 22 años.
“En promedio cada año nos enteramos de un desastre de este grupo (México). Ahora bien, “esos son los que sabemos”, pero “¿cuántos accidentes ha habido que no nos enteramos?” plantea Rojas-Bracho, un científico que suma una experiencia profesional de más de dos décadas en estudios medio ambientales y mantiene esfuerzos a favor de la preservación marina.
“Este Grupo es el Rey Midas a la inversa, las zonas donde desarrolla sus proyectos las convierte en zonas de sacrificio o área de sacrificio, es decir en zonas en un estado o sujetas permanentemente a daño medioambiental, social y económico”, apuntó Rojas-Bracho en entrevista con Notimex.
Consideró un hecho destacable que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) haya declarado que hará “una revisión cuidadosa” de los desastres ambientales provocados por Grupo México en más de dos décadas.
El investigador se pronunció por una nueva revisión del derrame de 40 mil metros cúbicos del mismo ácido sulfúrico en los ríos Bacanuchi y Sonora hace cinco años, que “sigue siendo una tragedia hasta la fecha”.
Otros casos que involucran al Grupo México y que deben investigarse, según Rojas-Bracho, es el relacionado con una nueva presa con 1,700 millones de metros cúbicos de agua de capacidad y “con un nivel de almacenamiento de materiales tóxicos 50 mil veces mayor a la presa que causó el derrame en 2014”, conforme versiones de diversos medios, dijo.
Consideró un hecho “grave” que el derrame tóxico en el Golfo de Cortés sea el número 22 asociado al Grupo México y que se haya conocido sólo porque “alguien lo filmó y no porque la empresa haya sido responsable ambientalmente y diera aviso a las autoridades, acompañado de una explicación pública”.
Rojas-Bracho insistió en el hecho de que el accidente en el Golfo de Cortés sólo se conoció “por terceros”, lo que “conforma el tipo de conducta de irresponsabilidad social y ambiental de este grupo”.
El investigador lamentó que al Grupo México se le haya “permitido mantener este patrón conductual, delictivo al medio ambiente y a los seres humanos. Ese es el problema de un grupo que recibió un trato privilegiado y habría que evaluar el pasado y el futuro de los proyectos del Grupo México, que no hace honor a su nombre (México)”, apuntó.
Sobre el derrame en el Golfo de Cortés, el investigador saludó que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) haya ordenado el cierre de las operaciones de la línea de ácido sulfúrico del Grupo México, en el muelle fiscal de Guaymas, Sonora. “Está por definirse si será permanente esta clausura”, dijo Rojas-Bracho.
El científico consideró que la forma idónea de aminorar el riesgo de accidentes como el derrame en el Golfo de Cortés es que las empresas y gobierno tengan “lineamientos que proporcionen una orientación técnica clara a instalaciones y operadores de servicios marinos y costeros”.
De esta forma pudieran prevenirse incidentes, dijo “y en caso de que los haya, tener planes de contingencia de contaminación marina y para establecer y mantener una capacidad de respuesta efectiva”.
Explicó que el ácido sulfúrico concentrado y el óleum (o ácido sulfúrico fumante, o ácido pirosulfúrico o ácido disulfúrico) son de las sustancias químicas potencialmente más peligrosas. Además, son de las más transportadas a nivel global para usos industriales.
“Dependiendo de la magnitud y la ubicación de un derrame específico, la temperatura y la acidez del agua podrían alterarse significativamente, con el tiempo suficiente como para destruir la vida marina en la vecindad del derrame”, señaló.
Por ello, dijo, “varios países han desarrollado modelos de dispersión, bajo diferentes escenarios, por ejemplo, derrames continuos o instantáneo, en superficie o en el fondo, para poder predecir el comportamiento del derrame y evitarlo o, de darse el derrame, actuar de manera efectiva y evitar un desastre natural. Hay que pedirle al Grupo México el desarrollo de estos modelos”.
Rojas-Bracho descartó el impacto del derrame de ácido sulfúrico en la vaquita marina, gracias a que se encuentra a más de 500 kilómetros de donde fue el derrame, que fue muy localizado.
“Fue tan localizado y el volumen relativamente bajo, comparado con las 1060 toneladas en la Bahía de Chesapeake, que no parece ser grave”, señaló.
En torno a las eventuales afectaciones a corales, moluscos, esponjas, langostas y en menor medida a ballenas y delfines, el investigador aclaró que nunca dijo que “hubiera estos organismos en la zona del derrame. Más bien señalé, como ejemplo, que de los organismos más afectados son los sésiles. Es decir, los organismos marinos que crecen adherido o fijos al sustrato, por ello no se pueden desplazar”.
Explicó que muchos organismos bentónicos lo son y citó como ejemplos “las esponjas, los corales, algunos moluscos bivalvos (ostiones y mejillones), los briozoos o los braquiópodos. Entre los crustáceos, los del orden cirrípedos, como percebes y balanos, son también sésiles”.
Añadió que otros no se desplazan con la velocidad de los mamíferos marinos para huir de la zona afectada, la langosta es un ejemplo que vive en el fondo, puede ser rocoso o arenoso. Son relativamente rápidas, pueden moverse a varios metros por segundo”.
Pero comparados con delfines y las orcas, que pueden nadar de 12 hasta 30 kilómetros por hora, “no es tan rápido. Los mamíferos marinos sufrirían quemaduras en la piel, los ojos, etcétera. Pero no conozco casos específicos de impactos a estos mamíferos, en ningún lugar”.
Negó además que resulte riesgoso el consumo de los animales marinos afectados por el derrame. “Difícilmente afectó especies de pesca comercial a una escala alarmante. Peligroso cuando la contaminación es por mercurio”, señaló.