La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora 

Daniela tomó su equipaje, estaba un tanto molesta, su vuelo se había retrasado.

–Estos vuelos de madrugada son los peores, pero bueno, voy a disfrutar de la noche y del horizonte, la lluvia ha dejado todo el panorama limpio –le dijo a su esposo quien le esperaba en la terminal de su comunidad.

Se puso a observar el horizonte y suspiro.

¿Cuántos sueños? Cuántos días de desear volar y por fin había encontrado el trabajo que se lo permitía.

–Sin duda que sólo era cuestión de aplicarme, de hacer lo que me habían dicho en el taller de empresarios, y ahora estoy como independiente.

Tomó el café que les había dado la línea aérea para esperar.

–Perdón, señorita, sólo arrimaré un momento sus maletas para limpiar.

Daniela de pronto vio al sujeto, un tanto jorobado, pero muy amable.

–No se apure, yo las muevo, de acuerdo al reglamento nadie puede tocar mis pertenencias, usted sabe, esto de los viajes en avión –Daniela arrimó sus pertenencias al asiento de adelante.

–¿Alberto? –dijo Daniela sorprendida.

–¿Disculpe, le conozco? –le dijo con voz ronca debido a que se recuperaba Alberto de una fuerte infección en la garganta.

–¿Pero qué haces aquí, qué te paso? –le dijo Daniela tomando su brazo.

–Vaya, nunca pensé que alguien me reconocería, menos aún tú, Daniela. Siempre tomo el turno de la noche pues son dos vuelos y muy raro ando en los pasillos, me toca siempre las áreas comunes de los administrativos –le dijo Alberto, quien se recargó en su carrito de servicios.

–Siempre se me quedó en la cabeza ese día que me ganaste la elección de presidente de la sociedad de alumnos, por ese motivo lloré muchas noches, mis papás me consolaban pero no supe bien por qué esa obsesión por ganarte, sin duda eras el mejor orador –dijo Daniela al acercarle una taza de café a Alberto.

–Ha pasado tanto tiempo que ya ni me acordaba de eso –dijo y sonrió Alberto, recordando sus viejas glorias.

–¿Tanto te afectó ese día?

–Sí, pensaba que si era presidenta obtendría una beca y haría en el Colegio Real mi posgrado. Al quedar fuera, lloré mucho pues pensé que eso sería el vórtice de mi carrera.

–Eso sólo era un juego, era un concurso de popularidad, como un concurso del cerdo más gordo y lo ganamos los de la casa Delta, ¡Vaya! Qué tiempos. Y sí, sí tienes razón, esa posición te daba muchos privilegios, pero mira, todo es pasajero si no lo sabes aprovechar, mírame.

–¿Pero qué te paso? Todas las chicas deseaban salir contigo, recuerdo a Argelia, la princesa de la carrera, una vez hasta te dedicó una canción en pleno baile y todos supimos de su admiración hacia ti. ¡Vaya! Fue un gran tiempo.

–Este café bien vale la revelación de un gran secreto.

–¿Tú fuiste el que influyó para que no me dieran la beca? Lo sabía, me lo dijeron y por eso te odié mucho, luego sólo lloré y luego con el tiempo lo acepté, mira, hoy hablo contigo –y Daniela suspiró.

–Éramos unos demonios, éramos los reyes, nunca te diste cuenta que la votación estaba manipulada –Alberto comenzó a reír y hasta tuvo que sacar su pañuelo, y el guardia de seguridad del aeropuerto se acercó.

–¿Algún problema, señorita? Alberto, siga usted en sus labores.

–No, ninguno, le diré que somos viejos conocidos, denos unos minutos, por favor. Daniela tomó unos dulces de su bolso y se los dio al oficial –No se ofenda, yo los fabrico y no lo tome como soborno, solo me dio gusto ver a Alberto –el oficial, dijo que no a los dulces con la mano y se marchó.

–El decano de la facultad me llamó y me dijo que yo era su candidato, pues yo le recordaba a su hijo, que yo le recordaba a su juventud de él mismo y dijo que tú no ganarías y que contaba con él; me fui a ver a los del departamento de cómputo y se hizo otro programa para el conteo de votos, ganaste en la capital, pero nuestro secreto era completar los campus de las comunidades y así lo hicimos, ganamos por 80 votos de gente que no fue a votar pero que teníamos ubicada y sabíamos que no acudiría, entre becarios, pasantes en el extranjero y otros que habían abandonado la carrera porque se habían casado –dijo Alberto, y tomó un trago de café y se sirvió el mismo otra taza.

Daniela no daba crédito a lo que escuchaba.

–Mis compañeros pedían un recuento exhaustivo, pero allí no hay comisiones serias, a un aspirante no lo aceptaron porque al pedirle su acta de nacimiento no la tenía registrada y dijeron que no la tenía, qué cosa más indecente hasta para nosotros como aspirantes a pasantes de la carrera de Justicia Ciudadana –dijo Daniela mientras veía al mismo horizonte el cual por la charla se había convertido en una imagen lúgubre y fría, hasta llorosa.

¿Qué es el sistema?

¿Qué el capricho de los príncipes?

¿Hasta dónde llegan los sueños de los principados?

¿Hasta dónde llegan los alfiles de los principados, sabiendo que son parte de un poder formal?

Nadie puede asegurar los triunfos, pero también nadie puede asegurar las desgracias o los fracasos cuando los involucrados toman decisiones y algunos se descarrilan por llegar a su objetivo y algunos otros prefirieron el camino seguro de caminar a la orilla, fuera de la súper carretera, aunque tarden en llegar, aunque no lleguen o quizá en el camino mismo renuncien a esas metas y se dediquen a vivir metas más humanas y no tan extraordinarias como lo tratan de hacer los ideales del imperio.

–Pensé que me habían desecho la vida, pero con el tiempo lo revaloré y hasta me casé y con el tiempo hice mi empresa, gracias a no seguir esos caminos de lo político, lo cual por un tiempo eran más que mi vida.

–¿Qué puedo decir? Fui el de los reflectores y salí, y fui suplente de concejal, luego fui director del consejo central, nunca me titulé, ese papel, sólo un papel, un título, luego cómo me hizo falta, mucha falta –Alberto se puso serio, miró por la ventana, se sintió la espalda –el accidente llegó, varios de mis amigos murieron, se desató un escándalo y nadie quiso apoyarme; salí de la cárcel después de cuatro años y nunca mi mundo fue igual, me refugié en mi tristeza, me alejé de mi familia y sigo lejos, esta no es joroba, es una lesión mal cuidada, pues en este país si no hay dinero, los mismos médicos te desconocen –Alberto tomó el ultimo sorbo de café –Yo si te aceptaré los dulces, y extendió la mano y se fue.

Epílogo

–Dos o tres horas o un día entero esperaría por mi amada y exitosa esposa.

–No hay duda que en ocasiones uno toma decisiones, pero en otras las decisiones los toman a uno y hacen de uno un instrumento de vida –dijo Daniela, y abrazó a su cansado esposo.

–Te veo diferente, ¿sucedió algo?

–Sucedió todo y en esta noche me volví a encontrar.

–¿Algo que comentarme?

Esa madrugada fue testigo de cómo volvió el recuerdo del todo, dos botellas de vino, una charla que moriría hasta las 9:00 de la mañana, serían testigos de abrazos, de sonrisas, de gritos, de lamentos, de una historia, de dos, de tres, de muchas que se habrían modificado gracias a una decisión política de jóvenes, donde el juego se convirtió en realidad.