La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ
-Levántate, es hora de ir a trabajar-
-¿Y mamá ya regresó?-
-No, aún no, seguro fue por comida para que desayunemos y más tarde por ropa para que vayamos a la escuela- le dijo Paco a su pequeño hermano, Juan Pablo.
Se levantaron, doblaron sus cobijas… Paco las amarró con una cuenda que se encontró a un lado del mercado, su paso habitual… durante esos dos meses…
-¿Y cuánto tiempo seguiremos durmiendo aquí?- dijo Juan Pablo mientras se ponía su suéter amarillo, que los Reyes le habían traído el año pasado.
-Pues, no sé, espero lleguen al rato papá y mamá y ya nos vayamos- Dijo Paco al tomar a su hermano del hombro y llevarlo a la calle… a buscar para desayunar.
-¿Ya se fueron los niños?-
-Así es mamá, los vi cuando salían del patio-
-Pobrecillos, tráete su cobijas y sus ropas, se las voy a lavar y les pondré a un lado la ropa que ya no usas- dijo Carmen, a su hijo Alfredo.
-¿Y porque les lavas?, si ellos huelen muy mal y vivir bajo las escalera no creo que sea muy sano- dijo Alfredo al tiempo que se sentaba a desayunar.
-Hijo, tú no sabes qué historia de vida traen esos niños… conocí a su mamá desde que teníamos 10 años y llegaron a vivir a estos departamentos, un día se enamoró a los 17 años y como su papá tuvo un accidente, su mamá tenía problemas económicos muy fuertes, y un día se fue con el vecino del 13, un hombre mayor, pero buena gente- dijo Carmen, tomando un poco de leche y un pan tostado.
-Vaya que es triste-… suspiró su hijo, quien miró las ropas tiradas en el suelo de la cocina
-¿Y qué más pasó?–
-Tuvieron dos hijos, Genaro, se llamaba de ascendencia china por lo que sé, fue a Estados Unidos para trabajar, pasaron los meses y no enviaba nada. María ya no podía esperar, eran meses sin saber de su esposo, muchos decían que lo habían matado, otros que la había dejado, otros que se había vuelto a casar para conseguir sus papeles… sólo Dios sabe lo que le pasó…-
-¿Y qué le pasó a María? Ya de pronto no la vi… sí recuerdo a la señora…-
Alfredo, entonces metía la ropa de los chicos en la lavadora…
-Pues hijo, lo que toda madre sabe hacer por sus hijos, se fue a trabajar y le iba bien… sólo que un día ya no regresó… nos cansamos en buscarla durante semanas, la boletinamos, por redes sociales, y nada. Tu papá hasta fue a hablar con el ministro de justicia pero dijo que era una más de las desaparecidas.
Carmen no pudo más y se limpió las lágrimas.
El precio de la gente, el precio de los climas sociales, el precio de la paz social, el precio, el precio y todo tiene un precio, ese precio de mercado, ese precio de la imagen que ocupa la imagen del dolor para sacar el provecho político.
El aprovechar los momentos, porque se trata de ver las oportunidades, y dicen algunos que la política es oportunidad y los códigos no están hechos para ser leídos por todos, más que para los que estén listos para pagar el precio, todo a cualquier precio.
La amistad se finge, el interés tiene rostro, hasta juega con tener sentimientos y parece que es compartido hasta que logra verse el objetivo en el horizonte, en ese instante sale el depredador y se escabulle como reptil sobre su presa.
La obligación de ser felices nos hace buscar el hacer felices a otros y nos olvidamos de la nuestra la condicionante de renunciar a nuestros objetivos por apoyar a otros, aunque para esos otros, sólo seamos existentes en la utilidad de nuestro tiempo y talento.
¿Dónde están esos ladrones que robaron nuestro futuro?
¿Desde cuándo se perdió el objetivo del cómo buscar nuestra felicidad?
Ante los problemas sociales ¿quién tiene la culpa? ¿Quién los debe resolver? ¿Acaso ya se murió el compromiso social y sólo se busca el poder como una forma transitoria para resolver el problema económico por generaciones?
¿Quién retomará la recomposición social? ¿Un político? ¿Un advenedizo? Esto es más serio de lo que creemos.
-Paco, hoy el piso está muy caliente y no aguanto-
Paco se sentó para ver los pies de su hermanito, y vio que sus zapatos ya no tenían suela…
-Ponte los míos- el niño lo hizo y le puso un poco de papel que había tirado para que no se le salieran…
Ya eran las 19:00 horas de esa primavera… una primavera más caliente, más ardiente… más sedienta de sangre…
Llegaron los niños bajo la escalera donde vivían… había ropa, y una bolsa con más ropa… otra con comida…
-Aún hay ángeles en este mundo- dijo Paco, no pudo más y lloro por unos minutos…
-No llores, manito… ¿Por qué lloras?…- Juan Pablo no alcanzaba a comprender…
-Un día te compraré una casa grandota… y allí viremos y esperaremos a papá y mamá…- le dijo Paco a Juan Pablo…
Se escuchó por fin un rayo en el cielo…. –va a llover… sí que será una larga y dura noche…- se dijo para sí, y salió a buscar unos hules para cubrir los hoyos…
Cayeron las primeras gotas… el viento arreciaba… Paco tenía un nudo en la garganta…se limpió la nariz con la manga de su suéter sin dejar que su hermano despertara…
Sintió una mano en su hombro…
-Doña Carmen… muchas gracias por apoyarnos, le juro que en unos días nos vamos- dijo al momento de voltear…
-¡Mamá…!…
-¡Papá…!
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Epilogo
Dicen que la noche se los llevó, pues al día siguiente Carmen ya no volvió a ver a los niños…
Dicen que Carmen los adoptó.
Dicen que nunca volvieron esa tarde.
Yo prefiero, la verdad, la que un día pude ver.
-¡Genaro…!…tanto tiempo. Sabía que no nos habías dejado-
-Nunca lo habría hecho. ¿Y mis hijos?-
-Tengo una semana en camiones y coches hasta que me trajeron aquí. No he podido dormir y las lágrimas ya no me alcanzan para rogar para que me dejen ir por ellos- dijo y lo abrazó –espero que algún vecino me los cuide, ruego a Dios que así sea-
Un día, por fin el operativo del ministerio de defensa irrumpió las puertas de esa muralla que veía llegar a mucha gente y salir a muchos sin vida.
Los dos padres se escaparon, llamaron por teléfono y en unas horas estaban por fin con Paco y Juan Pablo.
-Mamá…- dijo Juan Pablo al abrir los ojos. La pesadilla había terminado.