La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Miguel Barbosa Huerta se reinventó políticamente después del 24 de diciembre de 2018.

Ese día, y los días que vinieron, varios coincidimos en que era el sexto pasajero del helicóptero Agusta en el que viajaban, entre otros, Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle.

El dictamen era severo: Barbosa no podía ser candidato en la elección extraordinaria porque las nuevas circunstancias se lo impedían de manera natural.

Federico Arreola, vocero informal de AMLO, fue más allá cuando dijo que Morena tendría que abstenerse de postular candidato por un tema de moral pública.

Si insiste en hacerlo, agregó, el gran perjudicado sería el presidente de la República.

Los días pasaron, y tras una ronda de entrevistas en medios nacionales sobre el citado siniestro, Barbosa guardó silencio.

No se escuchó su voz en el proceso para elegir gobernador interino.

Y la única vez que habló fue para llamar a la prudencia a la bancada de Morena en el Congreso local.

Ya con el gobierno de don Guillermo Pacheco Pulido en escena, nuestro personaje empezó a moverse de nuevo.

Pero lo hizo con prudencia.

A la par de esto, Pacheco Pulido conformó un Gabinete que trajo sosiego y tranquilidad.

Ese afán de inclusión —característico en el gobernador— empezó a bajar el clima de crispación política.

La tensión se fue a vivir a otros lados.

Lejos de la geografía poblana.

Los enconos también vinieron a la baja.

En ese nuevo escenario, la dirigencia nacional de Morena dio el banderazo a los interesados en participar en el proceso interno para elegir al candidato a la gubernatura.

Miguel Barbosa levantó la mano.

Lo mismo hicieron los senadores Alejandro Armenta y Nancy de la Sierra.

Las condiciones eran tan diferentes que ya nadie objetó que el ex candidato participara.

La ruta crítica por la candidatura culminó la noche de este lunes, cuando Barbosa fue elegido candidato.

Político que no se reinventa, se atasca en el camino.

Lo más difícil en esta trama fue el proceso interno.

La ruta hacia la gubernatura es pan comido desde ahora.

La duda que mata es el porcentaje por el que ganará.

¿Quince o veinte puntos?

Se cruzan apuestas.

 

Los Rivales de Barbosa

En la historia de este proceso vimos a un senador —Jesus Encinas— vivir sus quince minutos de fuero.

Lástima.

Sólo cobró una quincena.

Reapareció también un académico que odiaba a los políticos y a los partidos, y que aprendió muy rápido a ser igual que ellos: chapucero, mentiroso, lleno de dobleces.

¿Su nombre?

Enrique Cárdenas.

Su apetito es tan voraz como el peor de los políticos a los que tanto descalificó.

Y en esa hambre histérica ha terminado por tragar sapos.

No le importa.

Como buen oportunista, ya se tragó el discurso antimorenovallista, pues sus nuevos socios no le permitirán una sola crítica en ese sentido.

Tampoco lo importa.

Como la mujer barbuda de un circo pobre, ya aprendió que lo que importa es adular a sus patrocinadores.

Este martes, durante su registro como candidato del bloque morenovallista, Cárdenas estuvo de lo más servil con Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, y con los gerentes de los otros partidos que lo apoyan.

Su discurso, eso sí, es mortal.

Y es que estuvo a punto de dormir a todos con su interminable bla-bla-bla.

Así será su campaña: descafeinada.

Eso sí: matará de aburrimiento a los acarreados.

Y en la línea priista, el regreso sin gloria de Mario Marín le dio el beso del diablo a Alberto Jiménez Merino y sus búfalos de agua.

Con ese padrinazgo a cuestas poco tendrá que hacer.

Con Cárdenas disputará un lejano segundo lugar.

Y más: el poco honroso privilegio de ver quien aburre primero al auditorio.