Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles /@piaa11
Siéntese un momento y repare en lo siguiente:
Café.
Simplemente.
Sin adjetivos que le estorben.
A estas horas usted posiblemente ya haya bebido una o dos tazas, las debidas, las de siempre, o quizá no, ya sea porque está leyendo esto muy temprano -casi antes de que el sol haya hecho aparición- o porque se encuentra en alguno de esos momentos del día en que la simple idea de una taza resulta de lo más extraña: a las doce, por ejemplo, cuando no es ni muy tarde ni muy temprano como para decidir si prefiere alguna cosa fría, como uno de esos frappes tesalonicenses o el siempre infalible té helado.
De cualquier forma, si ya ha tomado o no un café para cuando esté leyendo esta columna inverosímil, le voy a pedir que repare en su ritual, ese ritual del café que es propio e intransferible.
Sea tal vez usted una de esas personas que no bebe un café sin caminata previa. O tal vez uno de los que les encanta recitarle al dependiente las características de cómo lo prefiere. O quizá le guste el sadomasoquismo y sea de esos que con tal de wi-fi gratis y una buena vista, soporta el peor café del mundo. O tal vez prefiera los lugares que ofrecen café chiapaneco, o veracruzano o colombiano.
Repare entonces en el ritual, el suyo, en todo lo que implica. Si usted lo toma con dos de azúcar está muy bien. Si lo toma sin ella, también está muy bien, pero no haga alarde de ninguna de las dos, esa es una de las reglas.
Si le gusta en vaso de unicel, perfecto, si lo toma en porcelana china, hombre, qué mejor; si usted prefiere beberlo en algún recipiente de barro para contener los olores y mezclar el romanticismo de las tierras del hombre hasta absorberlas con todos sus sentidos, también está muy bien, maestro.
¿Café de olla? Bien, le robaré un poquito. ¿Qué tal un expreso? Uno doble o uno sencillo, o como algunos sibaritas lo prefieren: dos sencillos en diferentes tazas y al mismo tiempo.
Eso, también le robaré un trago.
¿Café con hielos?, bien, no importa, sigue siendo café, además resultar ser de lo mejor en los días más calurosos del verano poblano. Si le gusta, como a mí, apretarle dos veces el botón de en medio en el panel de su cafetera, seguramente somos almas gemelas.
¿Con piquete? Invite, no sea gacho.
Si usted es uno de esos obsesivos compulsivos cuya mañana es arruinada cuando su ritual es alterado, me compadezco de usted. Si le gusta ir al Starbucks, posiblemente nos encontremos algún día. Si le gusta ir al Sanborn’s o al Vips por su refill, también es muy seguro que nos encontremos uno de esos días. Si va al Oxxo por su café de Andatti, quizá no nos encontremos muy seguido, pero dejémoslo a la suerte, uno nunca sabe. Si usted es un revivalista -o conservador- y prefiere un café de chinos en algún esquina del centro de la Capital, búsqueme, que seguro me verá algún día por ahí sentado. Es más, si un día de estos me invita un Nescafé, ponga hora y día y ahí nos vemos.
Si usted es hipster -o lo aparenta, valga la redundancia- y le encanta ir fingiendo que no le sabe amargo el expreso doble en algún cafetín pet-friendly de la Roma en el que venden galletas veganas, también búsqueme, es muy seguro que nos encontremos por ahí.
Si le gusta el café aguado, el de calcetín, quédese tranquilo que no voy a robarle, pero admiraré la entereza de su lengua para resistir el agua hirviendo y sin gracia. Si me habla de lo malo que es el café en Londres y lo bueno que lo sirven en España, no estaré más de acuerdo con usted; si me dice que cuando fue a Nueva York el mejor café que probó fue en un deli de la calle 16, es muy posible que esté de acuerdo, también.
Y déjeme darle un consejo. Cuando sienta ánimo de criticar a los demás, de señalar a Fulanito por sus faltas y por sus contras, por lo que hace y por lo que no hace, haga favor de pensar en cómo le gusta a usted tomar el café por la mañana o a cualquier hora del día y en lo desgraciado que sería que un metiche sinvergüenza viniera a sabotearle su ritual.
Tome el café como le dé su regalada gana, deje a los demás tomar el café, también, como les dé su regalada gana.
Que disfrute su café, nos leemos pronto.
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PS
Del uno al me tengo que parar en la cama para agarrar señal, ¿qué tan malo es su internet?