El cuento Allá en Michigan, de Ernest Hemingway, es un texto en el que desde los primeros párrafos se describe el juego sensual y erótico de las relaciones amorosas. Escrito con un lenguaje que fluye de forma natural y una aparente indiferencia, pareciera que los personajes centrales, Liz y Jim, salen de su anonimato para que el narrador pueda describir detalladamente los movimientos y conjugaciones de sus almas.
https://24horaspuebla-develop.go-vip.net/2024/05/rex-el-hombre-lobo-de-clive-barker-de-que-va
Allá en Michigan es un texto en el que predomina lo físico, y aunque no está narrado desde el punto de vista femenino, es la mujer la que muestra los vaivenes de su espíritu y su sexualidad, que aparecen ante la visión del hombre que la atrae y que terminan avasallándola.
Uno podría pensar que en la literatura las historias de amor o eróticas ya están superadas y que hay que pasar a otras cosas, pero la conjunción de un narrador y sus personajes en plena armonía demuestran que una historia de amor puede ser novedosa en varias épocas.
A lo largo del texto de Ernest Hemingway somos testigos del gusto femenino por lo varonil, aunque lo natural suene a cliché, y vemos cómo se puede llegar al enamoramiento más inocente y hasta bobo, desde lo físico, lo brutal e instintivo.
https://24horaspuebla-develop.go-vip.net/2024/05/agua-oscura-cuento
Liz es una mujer de campo, silvestre, pero con una sensibilidad refinada y eso le basta para experimentar sensaciones, primero sensuales, que la turban, y que posteriormente la llevan al deseo sexual.
La aparente indiferencia de Jim, el personaje masculino, y su dejar que las cosas ocurran si es que han de ocurrir, desconciertan a Liz, que se abandona a la posibilidad de que él la ame.
En Allá en Michigan, Ernest Hemingway construye a dos personajes, un herrero que no parece herrero y que lo mismo podría ser un vaquero, un cowboy o un príncipe. Ella, Liz, es una mujer que sobresale en el pueblucho en el que se desarrolla la historia, es una mujer distinguida, es la más hermosa mujer que hubiera habitado el pueblo, según la descripción que el narrador pone en boca de la patrona.
Ninguno de los dos personajes es intrascendente, los dos son algo, esencia de algo, además de ser dos seres humanos, simbolizan, vestidos con andrajos, lo más representativo de los sexos masculino y femenino.
Liz y Jim son dos purezas, dos bestias, dos ángeles destinados a materializar, con rodeos, primero la unión física, y posteriormente a crear una clase de amor que trascienda los cuerpos. Ella lo sabe y por eso lo soporta todo, él también lo sabe, y está dispuesto a sacrificar su brutalidad masculina, pero no deja de utilizarla.
Cuando ocurre el acercamiento, Jim trata a Liz sin miramientos y la derriba sobre unas tablas, con el acuerdo tácito de ella. Casi sin pudor, la acaricia, la besa, y en ese contacto él también se rinde. Jim está borracho cuando se acerca a Liz, porque pareciera que es preciso estar obnubilado, fuera de este mundo, para hacerle frente a la pasión femenina.
En esta escena, los diálogos son contundentes, descriptivos, y reflejan el empuje masculino y la pasión culposa contra la que la mujer lucha y se abandona.
Jim terminará sofocado, con los sentidos extraviados, no sólo por la borrachera, lisa y llanamente, sino por lo femenino que se mantiene incólume, que se entrega y continúa destilando su esencia.
Entre la niebla, Liz lo contempla durante unos segundos, como para grabarse en la mente la imagen del hombre dormido sobre las tablas, abandonado e inerme a los pies de ella. Liz se marcha a su casa, a su cama, a su seguridad, y Jim permanece tendido sobre la madera, ajeno, envuelto en el abrigo con el que, como una telaraña, ella lo cubrió para protegerlo del frío, de la soledad que experimentan los amantes cuando se separan.
Ernest Hemingway es un escritor norteamericano que nació en 1899 y murió en 1961. En 1954 ganó el Premio Nobel.
Escribió una decena de novelas, entre ellas El Viejo y el mar y Por quién doblan las campanas.
También escribió decenas de cuentos, que actualmente se toman como modelos de buena literatura. Ernest Hemingway fue un escritor preciso, contundente, y con una gran capacidad para relatar en una cuantas líneas historias asombrosas.
@Lermanorberto/Juan Norberto Lerma