A 25 años, los poblanos que vivieron de cerca el sismo de 1999 cuentan sus experiencias durante el siniestro, en donde aflora generosidad y el afán de asistir a quienes lo necesitan.
Así lo narraron el extitular de Protección Civil municipal, Gustavo Ariza, quien en ese momento tenía una empresa de asistencia de emergencias; y Mario Romero Alcalá, hijo de la famosa voceadora del Centro Histórico, Doña Mago.
Ambos personajes cuentan cómo vivieron los primeros momentos del sismo de 1999 en la ciudad de Puebla, y la ayuda que prestaron durante y después de los momentos de emergencia, en la tarde de aquel fatídico 15 de junio, unos meses antes del cambio de Milenio.
GUSTAVO ARIZA
El exfuncionario municipal de las administraciones de Eduardo Rivera y Luis Bank, narró que en 1999 se encontraba en el velorio del papá de unos amigos, quien perdió la vida un día antes.
“Fue en Valle de Los Ángeles cuando todo se empezó a mover”, por lo que recordó que tuvo que sujetar el ataúd para que no se cayera, para luego resguardaron en un área de la funeraria, hasta que terminó el sismo.
Al final del evento, se fue a su empresa de rescate: “en la oficina hubo daños, se salió todo el personal a ayudar en la zona del Zócalo porque un área de Palacio Municipal se colapsó, además se cayó una barda”.
Recordó de que en su empresa tenían 6 ambulancias, las cuales empezaron a desplegarse para ayudar a las personas “y estar al pendiente de lo que las autoridades requerían en ese momento para asistir y apoyar. Nos coordinaron con Protección Civil y empezamos a atender personas en crisis y heridas”.
Además, Ariza Salvatori recordó que, junto con su compañía, realizaron un censo de lugares dañados para apoyar a Protección Civil municipal con los dictámenes de los daños.
En días posteriores, ayudaron al traslado de pacientes de hospitales. Recordó que también le tocó de joven el sismo de 1973: “Vivía a Orizaba y ya había vivido un sismo fuerte, por lo que no me espantó mucho y pude reaccionar en 1999”.
Destacó que los simulacros han sido una herramienta importante para hacer conciencia de qué hacer ante una contingencia.
“La gente ya tiene una idea de qué hacer y sobre todo qué no hacer; ya no experimentan ni se arriesgan, poniendo en riesgo su vida y la de los demás”.
MARIO ROMERO
Sobre aquel fatídico e intenso día, Mario Romero, entrevistado en el legendario puesto de periódicos que heredó su mamá, Doña Mago, narró que estaba en casa de su suegra, ya que acababa de nacer su hija, cuando todo empezó a sacudirse, por lo que después del temor, acudió al puesto de periódicos a por su mamá, tras escuchar las noticias que reportaron el estado de crisis que se registró en el Zócalo.
“Mi mamá estaba en el puesto, Margarita Alcalá, todos la recuerdan; ya al llegar a la esquina de la 3 Oriente y 2 Sur, ya no me dejaban pasar los policías, ahí sí tuve que ponerme medio bravo porque mi mamá estaba ahí”.
Cuando lo dejaron pasar, pudo encontrarse con Doña Mago en el puesto, ubicado en la esquina de Juan de Palafox y Mendoza con la 2 Sur.
Ya en el puesto, contó que los estragos del sismo eran “impresionantes, como de película”.
Detalló que un automóvil se estrelló justo en la esquina donde se ubica el puesto de periódicos, a un par de metros, ya que el chofer perdió la conciencia, luego de que uno de los ornatos de Palacio Municipal le cayó encima del automóvil.
“Mi mamá sintió la necesidad de ayudar, pero era un caos; varios carros quedaron aplastados que estaban afuera de Palacio Municipal, entonces mi mamá estaba impactada pensando qué hacer; finalmente, ya que no pudimos ayudar más, nos fuimos. Mi mamá, incluso, quería quedarse más tiempo con el pretexto de vender periódico, pero le dije que ya no tenía caso”.
Añadió que, en camino al transporte público, pudieron atestiguar los daños a los inmuebles de las calles aledañas: “nunca habíamos visto algo así, la verdad, a mí nunca me había tocado”.
Recordó que, de niño, le tocó un sismo en 1979, sin embargo, reconoció que este fenómeno fue superior: “en ese tiempo sólo se cayeron algunas marquesinas, pero en el 99 sí vimos un caos de película”.
Por: ARTURO CRAVIOTO