María Luisa Núñez Barojas conmemorará el Día Internacional de la Mujer, este 8 de marzo de 2024, con una manifestación en la capital del estado, de la mano de las integrantes del colectivo que ella fundó, Voz de los Desaparecidos, quienes se han convertido en personas muy cercanas a ella.
Resalta el papel de las mujeres en este tipo de organizaciones, ya que son más emocionales y viscerales, no esperan a que las cosas sucedan, hacen que sucedan.
“El amor por sí mismo es arrebatado, nosotras somos más desesperadas y queremos encontrar a nuestros hijos (…), las mujeres por naturaleza somos dadas a resolver las necesidades de nuestros hijos desde que son pequeños”, dijo.
La activista saldrá a gritar por aquellas que no volvieron a casa, pero también llevará en sus entrañas el dolor de que su hijo, Juan de Dios, cumpliría 30 años ese mismo día. Desde el 28 de abril de 2017, no volvió a ver a aquel joven sonriente, alegre, noble y humilde.
Él desapareció luego de salir de Tehuitzo, municipio de Palmar de Bravo, junto con sus dos amigos, Abraham y Vicente. En entrevista con 24 HORAS PUEBLA, la activista narró cómo le cambió la vida la desaparición.
María Luisa, al igual que miles de madres buscadoras, nunca imaginó que su hijo desaparecería. Desde entonces, el tiempo y la noche se convirtieron en sus más grandes miedos, pues cada minuto era de vida o muerte para su hijo.
“Es un cúmulo de emociones, sentimientos y pensamientos que te revolucionan en el interior; es como si fuera un tsunami, un diluvio, una erupción de un volcán, todo a la vez en tu interior. No entiendes”, agregó.
Cuando pasaban las horas, solo podía pensar en qué le había pasado a su hijo. Por su mente pasaba si se trataba de una “borrachera”, si se había quedado a dormir con alguien, si lo habían asaltado, si lo habían malherido, si lo habrán asesinado y dejado su cuerpo abandonado.
Desde aquella fecha, todo en su vida dejó de ser importante, desde la preocupación por su aspecto, hasta necesidades básicas como comer y dormir; dejó de trabajar y se mantuvo con los ahorros que tenía.
“Necesitábamos que no llegara la noche, porque si llegaba la noche teníamos que parar la búsqueda, se coartaba la posibilidad de seguir buscando, porque ya no podías ver (…) en las instituciones no hay personal en la noche, no es seguro transitar en la noche”, señaló.
No se fijaba en las necesidades de su casa, si había comida, si se tenía que limpiar; dejó de salir con amigos, de ir a fiestas y a divertirse. Las reuniones con amigos se convirtieron en visitas a las instituciones públicas, en hacer su propia investigación, en pensar en otras posibilidades de búsqueda, hacer visitas a lugares.
La primera semana no se bañó, incluso, recuerda que tuvo la misma ropa; no comía ni desayunaba, porque prefería ocupar ese tiempo para encontrar a su hijo. Pensaba en cómo estaría Juan de Dios, si ya habría comido, si tendría frío, si estaba protegido de la lluvia.
En el mismo año que desapareció el joven, fue el sismo del 19 de septiembre de 2017. María Luisa recuerda que en ese entonces estaba en la Ciudad de México, territorio golpeado por el movimiento telúrico.
Aunque fue testigo del temblor, no le dio miedo morir bajo los escombros, solo pudo pensar en si su hijo había estado a salvo. Durante la pandemia de Covid-19, también se preguntaba si se protegía con cubrebocas o si cumplía las medidas de seguridad.
“Se le va el sabor a la comida, se le va el color a la vida, se le va el sentido a la vida, no le encuentras sentido a vivir, se muere el alma, porque sabes que algo no está bien; sabes que no es normal, sabes que estás viviendo un capítulo de horror, de terror y que ni siquiera sabes explicar”, detalló.
María Luisa sintió que le arrancaron el corazón y el cuerpo: “se alimentó con mi sangre, con mi corazón, mi hijo es una extensión de mí y por eso decimos que nos arrancan la vida”.
DESPERTAR DE INSTINTOS
Tras meses de búsqueda, la mujer le perdió el miedo a todo, menos a morir sin encontrar a Juan de Dios; por ello, despertaron en ella otros instintos, aprendió a buscar, a rastrear, a hacer tareas que las propias autoridades no hacían.
“Cuando lo encontré, dije: ‘vida nada me debes; muerte, cuando gustes’, estoy en paz, estoy tranquila”, dijo.
Tras cinco años de buscar incansablemente a Juan de Dios, lo encontró sin vida en un terreno sin identificar; sin embargo, la semilla de la lucha colectiva creció en ella y decidió continuar al frente del colectivo que fundó año y medio después de la desaparición del joven.
Fundó Voz de los Desaparecidos para acompañar a otras mamás que buscan a sus hijas e hijos. Compartió que, al ser egresada de Derecho, se percató que tenía los conocimientos sobre las leyes que muchas madres buscadoras no tenían.
Núñez Barojas siempre tuvo claro que su hijo había sido víctima de un delito y por lo tanto el Estado tenía responsabilidades, y también obligaciones por responder; por ello, inició una lucha porque las autoridades trabajen por las desapariciones en Puebla.
“Se nos mueve la vida, pero no perdemos la razón, despiertan otros instintos, pero no perdemos la razón, (…) la razonabilidad está todo el tiempo en nosotros”.
LUCHA DE LAS MUJERES
Consideró que las mujeres se han unido al colectivo porque tienden a ser más emocionales y viscerales, no esperan a que las cosas sucedan, hacen que sucedan.
“El amor por sí mismo es arrebatado, nosotras somos más desesperadas y queremos encontrar a nuestros hijos (…) las mujeres por naturaleza somos dadas a resolver las necesidades de nuestros hijos desde que son pequeños”.
Pese a que en 2022 halló sin vida a Juan de Dios, María Luisa indicó que aún no se obtiene justicia por la muerte de su hijo y ni siquiera hay “un rayo de luz” de ello, por lo que hizo un llamado a las autoridades poblanas para esclarecer el caso.
“Encontrarlos muertos en una fosa clandestina no es justicia, no está saldado el asunto, todavía falta la otra parte que le toca a la Fiscalía”, concluyó.
Por: PAOLA MACUITL GALLARDO