Alonso Tamez
A pesar de los compromisos asumidos por los líderes mundiales en la COP26 en Glasgow (2021), los nuevos datos publicados por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y la Universidad de Maryland pintan un panorama sombrío para los bosques tropicales del mundo, revelando una grave deforestación debido a la tala e incendios que apuntala el cambio climático.
Las cifras, recopiladas por Global Forest Watch, que monitorea el estado de los bosques del mundo, muestran que solo en 2022 se perdieron 4.1 millones de hectáreas de bosque tropical primario, un área del tamaño de Suiza. Estas pérdidas liberaron a la atmósfera alrededor de 2.7 mil millones de toneladas adicionales de CO2 (de las 43 mil millones emitidas en el mundo cada año), lo cual es comparable a las emisiones anuales de la India.
Brasil representa una gran parte de la deforestación global, siendo responsable del 43% de las pérdidas. La deforestación en la selva amazónica aumentó durante la administración de Jair Bolsonaro (2019-2022), observándose un incremento del 15% en 2022 en comparación con 2021. La República Democrática del Congo y Bolivia siguieron siendo los países más afectados, con el 13% y el 9% de las pérdidas mundiales respectivamente.
En contraste, Indonesia y Malasia lograron mantener tasas relativamente bajas de pérdida de bosques, en gran parte debido a políticas estrictas como moratorias sobre nuevas licencias en bosques primarios. Sin embargo, la tendencia global es preocupante. El análisis mencionado reveló un aumento del 10% en la pérdida de bosque tropical primario a nivel mundial en 2022 en comparación con el año anterior.
Según The Guardian (27/06/2023), en respuesta a estos hallazgos, Inger Andersen, jefa de medio ambiente de la ONU, enfatizó la urgencia de asignar un precio más alto al carbono forestal, “uno que refleje el verdadero valor de los bosques y el costo real de las emisiones”; que desincentive la tala ilegal y excesiva, y contribuya a financiar una mejor respuesta de los gobiernos ante los incendios.
Los bonos o créditos de carbono forestal calculan la reducción de CO2 al conservar o restaurar bosques. Por ello, empresas y organizaciones que talan o explotan los bosques adquieren bonos a través de proyectos forestales certificados, gobiernos, ONG y mercados de carbono, para contrarrestar su “huella” contaminante.
El dinero atraído por los bonos suele destinarse a proyectos de conservación o gestión forestal sostenible que generan reducciones de emisiones de carbono.