24 Horas Puebla

Charros contra gánsteres

A la H. Redacción de este diario le mandaron a decir que el diputado federal panista Mario Riestra Piña es masón desde hace ya bastante tiempo. Situación que, de ser cierta —porque no nos consta—, no tendría absolutamente nada de malo ya que dicha agrupación no es clandestina, pero aquí viene lo bueno: ¿a poco La Organización Nacional El Yunque dejaría pasar a un masón como candidato a la alcaldía?  ¡Jesús, María y José!, diría una señora copetona mientras se toma un tecito caliente con las esposas de los santones de la derecha poblana.

Hay quien dice que, al buen Riestra, los yanquis le dan puro jarabe de pico y que sólo lo usan porque es quien tiene los mejores números en la ciudad por Acción Nacional, que su candidato es Carlos, el hermano de Pablo Montiel, pues ese sí es suyo, suyo, suyo. Además, dejan jugar a Mario Riestra porque como su brazo derecho es Jesús Zaldívar y tiene algunas conexiones personales con los de la ultraderecha poblana, pues les conviene ahí hacerle al “sí bro, ya sabes, esta ciudad será toda tuya” Ojalá y Riestra sepa donde está parado, dice el equipo de filósofos, psiquiatras y teólogos de la muy H. Redacción.

¿Será?

Para una piel delgada, jabón del perro agradecido

Vaya debate en el que se metió el poblano Alejandro Armenta Mier, porque si bien la ministra Norma Piña admitió que sí le escribió a su WhatsApp, nomás no se lee dónde hay amenazas. Lo que sí hubo fueron reclamos y la verdad es que muy malitos. Mal redactados, porque para ser presidenta de la Suprema Corte, se leyeron muy mal, pero de ahí una amenaza, la verdad es que no.  La ministra, eso sí, tiene derecho a escribirle a quien sea y decirle lo que sea, siempre que no salga del ámbito de la ley.

La H. Redacción de 24 horas le ofrece al senador que esté al frente un mes de un periódico y verá cómo le reclaman los de un lado, los del otro, los de arriba y los de abajo, y ahí entenderá la diferencia entre amenaza y reproche, que son cosas muy distintas. Sabrá cuando le escriban todos los días las palabras (y de todos lados): “amigo, ¿qué pasó?, ¿te hemos tratado mal?”, ad infinitum.

¿Será?