En los partidos políticos ya no sólo es un vil oportunismo por parte de los que siempre levantan la mano en procesos electorales, sino que ahora lo más escandaloso es que ellos mismos quieren heredar el poder a sus esposas, hijos o familiares sin importar su trayectoria o capacidad para asumir un cargo público.
Algunos ejemplos a nivel estatal son las familias Morales Flores, Alcalá Ruiz, Soto (de la CTM), Amador (del PRD) y hasta los hijos de Carlos Navarro del PSI —quien no sólo es cacique de un partido satélite poblano sino hasta de la Canacope—pues se han adueñado desde escaños en el Senado, diputaciones, alcaldías, regidurías y hasta puestos en ayuntamientos.
El propio Rafael Moreno Valle Rosas impuso a su esposa Martha Ericka Alonso en la gubernatura en el 2018 y su plan era mantener el control político y económico de la entidad del que ya era senador panista.
Los politólogos de la UPAEP y de la IBERO Puebla, Claudia Román Pérez y Miguel Calderón Chelius, respectivamente, coincidieron que al poder ya se le ve como un instrumento patrimonialista que sólo sirve para colocar a su vástagos en diputaciones, regidorías y presidencias municipales.
El catedrático de la IBERO, Calderón Chelius, condenó que sólo sean los familiares de los hombres que detentan o han detentado el poder quienes puedan acceder a un puesto de elección popular menospreciando a quienes tienen más capacidad para asumir un cargo de elección popular.
Calderón Chelius reprochó que los partidos dejaron a un lado a sus escuelas de cuadros, que, en otros tiempos, buscaban formar a la nueva generación de políticos, y que ahora solo se apuesten a crear a una clase política que reparte candidaturas y posiciones en los diferentes niveles de gobierno.
“Este fenómeno impide la formación de cuadros. Es la apropiación de los espacios políticos. Los políticos se apropian del puesto, por eso las presidencias municipales y gubernaturas se vuelvan un coto familiar”.
Por su parte, Román Pérez de la Upaep, consideró que el buscar que los políticos consolidados busquen ampliar su poder con sus hijos o parientes, provoca que los jóvenes que les interese la política se desanime al ver que tienen pocas posibilidades de acceder al poder.
La politóloga puso de ejemplo una mega manifestación universitaria a principios del 2020 contra la administración de Miguel Barbosa Huerta por temas de inseguridad. Ese hecho, consideró, que es una muestra de que sí existe la inquietud por parte de las nuevas generaciones de incidir en la política.
“¿Qué es lo que los jóvenes ven en la política? Que si participan es porque son hijos de políticos, o el ahijado de alguien importante y se deja de lado esa oportunidad para incluir jóvenes, en las candidaturas, por los pocos espacios que se tienen”.
La gran mayoría de interesados en participar se desilusionan al ver que no importan los méritos, pues lo que realmente importa es contar con un buen apellido para acceder a los cargos públicos, consideró la académica.
Los ejemplos saltan a la vista
Resaltan muchos ejemplos de cómo se usa el poder para heredarlo, por ejemplo: Fernando Morales Martínez es hijo de Melquiades Morales Flores. El regidor Leobardo Soto es hijo del sempiterno líder de la CTM en Puebla, Leobardo Soto.
Carlos Navarro creó el PSI que primero jugó con el PRI y Javier López Zavala y posteriormente se alió al morenovallismo e impuso de senadora a su hija, además, de que todos sus familiares dirigen desde hace años la Canacope.
Blanca Alcalá Ruiz hizo que su hija fuera funcionaria municipal con Eduardo Rivera Pérez. Un caso es el del apellido Amador, que no sólo influyeron en la política de la Sierra Norte sino ahora controlan el PRD local y se reparten entre sus familiares candidaturas a alcaldes y diputaciones.
De hecho, hay hasta cacicazgos regionales como es el caso de la familia Rivera en Chignahuapan o de la familia Márquez en Zacatlán, que pasa de papás a hijos o hasta sobrinos.