No deja de sorprender que la gobernabilidad del país haya recaído, en seis años, en las manos de Miguel Ángel Osorio Chong, como secretario de Gobernación en el gobierno de Enrique Peña Nieto; más aún, que sobre sus hombros haya descansado el aparato de seguridad, caracterizado por la tibieza y falta de precisión para contener a los grandes grupos delictivos en México.
Osorio Chong, ese súper funcionario que inició y terminó como responsable de la política interna en el país, entre 2012 y 2018, estuvo sentado frente a un nutrido número de asistentes al foro al que convocó la senadora Nadia Navarro, La Oposición en el Senado: Visión, Responsabilidad y Contrapesos, en el salón de un hotel de la zona metropolitana.
Ese priista hidalguense de rostro pétreo, que llegó a ser considerado como uno de los “tapados” (así se les denominaba en el régimen priista a quienes tenían probabilidad de suceder al jefe; ahora en tiempo de la cuatroté se les conoce como “corcholatas”), es síntoma y reflejo del padecimiento del sistema político que se resiste a desaparecer.
No tuvo empacho en exhibir esas deficiencias políticas, falta de entendimiento de la realidad sociopolítica que los orilló a entregar el poder en la elección de 2018, y una narrativa pobrísima que se vio contrastada por quienes expusieron previamente: Nadia Navarro, con una pieza oratoria impecable; Damián Zepeda, Miguel Ángel Macera, Claudia Ruiz Massieu y hasta Julen Rementeria del Puerto.
La presentación de Osorio Chong en Puebla fue la primera a unas horas después de haber perdido la coordinación del grupo parlamentario de los senadores priistas, por una trama que echó a andar un campechano ladino como Alejandro Moreno, presidente de esa franquicia electoral profundamente desprestigiada.
La sola emboscada que le tendió el grupo de Alito Moreno para tirarlo de la coordinación explica la falta de olfato, oficio y astucia del exsecretario de Gobernación de discurso anticlimático, chato y anclado en un tiempo que dejó los saldos políticos que todos conocen.
Si acaso atinó a reconocer que entre el grupo senatorial convocado en Puebla había perfiles con aspiraciones políticas para 2024. Colocó en esa posición a la panista Nadia Navarro por Puebla; a Julen Rementería por Veracruz; y a Miguel Ángel Mancera y Damián Zepeda por la Presidencia de México.
Más que una línea discursiva trazada para un foro que convocó a clase media y clase media alta y política, lo que el hidalguense reprodujo fue el ritual del priista frente a las “fuerzas vivas” a la hora de la unción del elegido en un partido que se desinfló con el paso del tiempo, hasta perder la confianza de la gente.
Se dolió de la falta de participación de la sociedad civil ante los yerros y excesos del modelo político instaurado por la 4T –que los tiene en demasía- para luego recordar los tiempos en los que con Enrique Peña Nieto en los que exudaba el activismo de gente dominada por el enojo contenido por los atropellos que la sociedad padeció en años de gobiernos priistas y panistas. ¿Eran tan difícil entenderlo?
Parabolica.mx
Fernando Maldonado