“Acabo de leer tu columna cabrón. ¡Cuál es tu tema conmigo eh!”. Fue el primer reclamo abierto, y luego siguió una retahíla de advertencias e insultos procaces del empresario de medios, Pedro Gómez, basados en la desinformación y sobradas dosis de odio y enojo, dos de los peores ingredientes en una persona que suele calcular momento y circunstancia a partir del razonamiento.

El blanco de esa carga denigratoria fue el periodista Álvaro Ramírez Velazco, director de Exilio.mx y autor de la columna Piso 17, el jueves pasado, previo al inicio del programa en la televisión #ViralidadSocial, que se transite por el canal 16.1 y que modera el autor de la columna, para el que nos alistábamos Leticia Montagner, columnista de El Heraldo y maestra de generaciones de periodistas; y Erick Becerra, titular de los espacios formativos de Grupo Tribuna.

No fue la mejor de las versiones que nos mostró de su persona el exdirector del Sistema Estatal de Telecomunicaciones al arranque del gobierno de Miguel Barbosa y de quien particularmente se tiene una imagen de hombre atento, de buenas maneras e inteligente.

El viernes, al día siguiente, el periodista agraviado hizo saber a través de sus redes que hizo valer los recursos jurídicos de los que dispone cualquier ciudadano luego de haber sido amenazado por un hombre de negocios que dispone de poder político.

Son las muestras palmarias de que el germen del odio está entre nosotros y de que el periodismo está en riesgo. No se trata de un lugar común en la búsqueda de patentes de corso o impunidad indeseable al amparo del oficio, sino de una circunstancia real y tangible que se desprende de acontecimientos que tuvieron lugar en las últimas horas.

No se trata de una referencia a quienes desde el oficio de informar encuentran formas indignas de obtener dinero y poder, a quienes las audiencias conocen bien y sancionan con el soslayo o el olvido. Esos mercaderes tienen su propia sanción con la indiferencia del lector, el radioescucha o el follow.

El periodismo incómodo es visto con rencor y ánimo de exterminio entre quienes suelen defender cotos de poder y dinero, es siempre sabido y para eso está como evidencia palmaria Pedro Gómez y el exabrupto como igualmente sucede con Roberto Zataraín Leal, un personaje que navega entre los negocios, el poder público y la filosofía del lugar común, a quien no le gustó la referencia en una publicación en parabolica.mx del fallo de un tribunal que encontró culpable de violencia política de género a la expresidenta municipal, Claudia Rivera.

“No te acostumbres al chayote”, escribió Zataraín el fin se semana, como si a eso se redujera la compleja circunstancia jurídica y política de su pareja sentimental por haberse asesorado de improvisados de la cosa pública y la esfera política.

Al medio parabolica.mx que acusa de recibir dinero indebido (chayote) es una empresa legalmente constituida que genera contenidos, provee servicios profesionales y cobra por ello.

No hay manera de hacer entender a Gómez, Zataraín y una estirpe ignorante e intolerante que ha vivido de sus vínculos con grupos de poder y el dinero que arroja como dividendo que la práctica del periodismo legítimo trasciende pequeñeces.

Cuando el tiempo haya colocado a cada quien su sitio, los periodistas estarán ahí, pacientes, para documentar esa caída para luego convertirla en una triste referencia de la imperfección de nuestra democracia. La historia lo ha demostrado con solvencia, pero no todos tienen aptitudes para entenderlo.

 

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Fernando Maldonado