En conferencia de prensa desde Kiev, el director para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Dr. Hans Kluge, informó que 10 millones de ucranianos —una cuarta parte de la población— no tienen electricidad, por lo que “este invierno se tratará de supervivencia”.
Kluge llamó a la comunidad internacional a renovar su apoyo humanitario al gobierno de Volodímir Zelenski. Ello, en razón a que se pronostican temperaturas de hasta -20 ̊C en algunas partes del país, y a que la OMS ha registrado hasta ahora 703 ataques rusos dirigidos al sector salud —hospitales, bancos de sangre, depósitos médicos, y otros— desde que comenzó la guerra.
“Los continuos ataques a la infraestructura de salud y energía significan que cientos de hospitales e instalaciones médicas (…) carecen de combustible, agua y electricidad.” Asimismo, añadió Kluge, “las salas de maternidad necesitan incubadoras; los bancos de sangre necesitan refrigeradores; las camas de cuidados intensivos necesitan ventiladores; y todos requieren energía”.
No obstante, el funcionario belga advirtió de otros riesgos sanitarios. Por ejemplo, dijo que la OMS espera que entre 2 y 3 millones de ucranianos abandonen sus hogares en las próximas semanas, en busca de calor y alimento. Esta población podría estar expuesta, dijo, a infecciones respiratorias por Covid-19, neumonía e influenza, y en un riesgo alto de contraer difteria y sarampión si los índices de vacunación no son lo suficientemente altos.
De igual forma, la salud mental de los ucranianos está presentando marcados daños: “esta semana, unas 10 millones de personas corren el riesgo de sufrir trastornos mentales como estrés agudo, ansiedad, depresión, consumo de sustancias y estrés postraumático”.
Adicionalmente, unos 17 mil pacientes con VIH en Donetsk, al este del país, podrían quedarse sin los antirretrovirales que los mantienen con vida, por lo que Kluge exigió a Rusia el establecimiento de un corredor humanitario para llevar estos y otros medicamentos a la población.
Mientras tanto, no se ve solución inmediata para los altos costos del gas en Europa. Lo que sí se prevé es que los países más pobres del mundo sufrirán las consecuencias humanas y financieras con mayor gravedad, ya que el acaparamiento repentino de Europa les deja pocas opciones energéticas para enfrentar el invierno: comprar caro o recurrir a medios tradicionales de calor como las estufas de leña o calentadores de gasolina, que suelen presentar riesgos por sus emisiones tóxicas.