La presidenta municipal de San Martín Texmelucan, Norma Layón goza del desprecio de su pueblo. No es extraño que quien ostente cargo desde la función pública viva el repudio de la gente.
Algunos de los funcionarios que más rechazo han padecido han resultado de una eficacia que con el paso de los años, les es reconocida. Ejemplos existen en distintos rincones del país y en el estado.
No es el caso de la edil de la Cuarta Transformación. La impopularidad que cosecha la ha sembrado con tiento, dedicación y empeño como muy pocas autoridades que la han precedido.
La crisis de legitimidad que vive desde que colapsó el tanque elevado en la junta auxiliar de San Baltazar Temaxcalac que cobró la vida de dos personas, se ha convertido en un asunto de gobernabilidad en un municipio en el que ese requisito para la convivencia amónica de la gente, pende de alfileres.
Layón es la única que no se ha percatado que sus días transcurren sobre un barril de pólvora e indignación que está por estallar con secuelas graves en lo inmediato en ese municipio, en donde también los grupos de oposición ya olieron sangre.
Ahora sabemos que la vida útil de ese tanque elevado que se vino abajo ya había expirado y de ello existe constancia documental. La sola revelación deberá tener consecuencias administrativas y penales por la existencia de dos muertos y un lesionado.
La presidenta municipal no lo advirtió y tampoco tuvo un manejo adecuado de crisis ni control de daños. No existe en su plan de gobierno porque ya se ha escrito en este espacio, gobierna con un grupo de improvisados que la garantizan docilidad, pero poca capacidad de gobierno.
Las muestras quedan en el camino, conforma pasan los días. Apenas había venido abajo el contenedor de agua, arribó arribó a la zona cero a bordo de una ostentosa camioneta Suburban de coló negro.
No sólo fue la primera y ominosa señal frente a un grupo de habitantes de esa comunidad dolida por la tragedia e indignada porque tenía dos días de haber sido reinaugurado con bombo y confeti.
Lejos de expresar solidaridad y consuelo, la edil cuya única experiencia en la función pública fue el primer trienio de gobierno de 2018 a 2021, mostró frialdad y revictimizó a los muertos.
Inadecuado, impertinente el discurso de la presidenta municipal a quien se le distingue por su conducta despótica, altanera y poco empática, consideró importante destacar que los difuntos bebían alcohol al momento de la tragedia.
Según la lógica de la presidenta municipal que recién pagó a una revista especializada en comunicación política para aparecer en portada como una de las autoridades municipales más reconocidas en el país, los muertos además de víctimas, eran borrachos.
Luego del cúmulo de agravios, la gente montó en cólera, la increpó y despidió de la comunidad en una forma poco amable, lo que provocó el enojo e indignación de la edil que ya interpuso denuncias. Los dolientes, además de cargar con sus muertos, deberán pagar con cárcel. Norma Layón no ha entendido nada.