Luego de la conmoción que provocó Julia Ducournau con Raw hace un lustro, la espera por ver su nueva película nos instaló en un reto que a todas luces estimulaba los más recónditos secretos de nuestra imaginación. Desde aquella historia y experiencia sobre el canibalismo hasta al día de hoy, con Titane, la directora francesa nos confirma la madurez de su estilo, inscrito en un lente alrededor del cuerpo humano y sus filias.
Como si se tratase de un revólver, es en cada escena que Titane nos sorprende como un disparo que no reniega a la música, el erotismo y su perversidad. Es en cada escena que nos volvemos testigos de la transformación física e incluso decadente de Alexia (Agathe Rousselle), luego de que ésta sufriera un accidente automovilístico. Bajo esta premisa, la historia ahonda en la ruptura paternal de una joven que se rebela en una búsqueda de identidad, en medio de una violencia desconcertante.
Para muchos servirá esta segunda película de Ducournau como una mezcla de géneros, transgresora incluso; no obstante, lúcida por su lenguaje social, más que imágenes, haciendo eco en temas morales y prejuicios de nuestra época. Y es que uno de los puntos medulares de la trama se halla en la identidad de género, intencionado en una perspectiva sobre los estereotipos de la masculinidad, por ejemplo. El personaje de Alexia renuncia a cualquier tipo de prejuicio que vulnere sus decisiones, cuerpo, vestimenta y sexualidad.
Este reclamo, dicho de alguna forma, se desprende de las inobjetables referencias alrededor de la película y sus excentricidades; Crash de Cronenberg y Christine de John Carpenter, por ejemplo, derivan en un guiño por demás agradable pero que afortunadamente no definen por completo el drama y la exploración en Titane. Vamos más allá del desagrado sin renunciar a la provocación.
Es cierto que podemos pensar en la película como una mirada feminista, pero son también los miedos que se asoman en un vacío en que las palabras han sido rebasadas. Se expone la transfobia, la homofobia y la maternidad no deseada, incluso. El terror moderno ha encontrado una fascinante revelación en el trabajo de Julia Ducornau, salvaje, por mucho, sin menosprecio de la fantasía pero tampoco de la realidad. Sírvase esta dualidad como un fragmento generacional, en el que la juventud explora y sucumbe en inseguridades, miedos y placeres reprimidos. Pero también se trata de una búsqueda de afecto, sinónimo de que el núcleo familiar se ha segregado de sobremanera en la era moderna.
En la película seremos testigos del conflicto y la ausencia de la figura paterna en la vida de Alexia, causa de su transformación emocional y no sólo física. Un giro dramático capaz de encontrar regocijo en el amor como vía de escape. Son muchos los elementos que convierten a Titane en una de las mejores películas del año, luego de que obtuviera la Palma de Oro en la 74a edición del Festival de Cannes. Por si fuera poco, será la representante de Francia de cara a los Premios Oscar.
No queda más que renunciar al absurdo de la polémica y los códigos de lo políticamente correcto. Que exista plena certeza de que en las emociones, aún si estas son monstruosas, hay siempre una genialidad artística detrás.
Por Carlos González / @carlosgvi