El modelo de hacer política, conocido como “morenovallismo”, se remonta no a una fuente de panismo auténtico, sino a una más de la adhesiones que sumó el partido fundado por Manuel Gómez Morín, en busca del poder por el poder, después de acceder a la presidencia en el año 2000.

Sin embargo, la idea en Puebla del panismo de los Moreno Valle se logró imponer a tal grado, sobre los intereses del propio partido, que para muchos se concibió como la idea única. PAN era Moreno Valle y Moreno Valle el PAN, repetían socarronamente algunas voces que presumían la “inclusión”.

Esta imposición no fue suave, fue a costa de sudor y sangre de los perfiles fundacionales de Acción Nacional y de otros partidos, porque el morenovallismo lo cooptó todo. No hay que olvidarlo, también fue a contra entrega de privilegios económicos y políticos, porque así se implantaba el modelo.

Más de 240 presos políticos, una deuda acumulada de 50 mil millones de pesos, personajes públicos y periodistas espiados, leyes que atentaban contra la seguridad y propiedad de los ciudadanos, miedo a represalias y la explosión del huachicol dan cuenta del relato anterior, no a modo de resumen, sino de recordatorio de una época de “progreso” a costa de lo que fuera: la privacidad, el patrimonio cultural, la tierra o la vida.

Genoveva Huerta Villegas, dice enarbolar esta bandera, orgullosa de su pasado panista de cuna morenovallista.

La aspirante a repetir como dirigente del PAN poblano presume a diestra y siniestra un modelo que tiene más de lo segundo.

Así se presenta a la campaña, con los mismos modos de la época magra. El árbitro da señas de estar a su favor, o por lo menos, no duda en mostrar su favoritismo, mientras que el aparato que maneja el juego la favorece y a la candidata le parece cómodo imponer a un incondicional como su suplente, por indiciado que sea.

Por otra parte, las rémoras de aquella idea de “modernizar” a Puebla pisoteando lo que sea y a quien sea, sacaron a relucir su estilo de hacer política en las últimas horas.

Lo hicieron tratando de ensuciar, enlodando el debate, atacando con lo más bajo, exagerando, editando, poniendo cuatros… mostrando el estilo heredado de la casa.

Mientras se daban baños de pureza, al mismo tiempo recordaban con gloria y por otra parte ninguneaban el recuerdo de la fallecida Martha Erika Alonso Hidalgo. Si en serio le hicieran caso, no habrían incluido a Inés Saturnino en la plantilla.

El grupúsculo de los huérfanos de aquella ideología arma historias melodramáticas en sus espacios  y luego las difunden con esmero, pero sin sustancia.

Apenas los deslucidos Mónica Rodríguez, Oswaldo Jiménez, Jorge Aguilar o Carolina Beauregard se suman al estridente reclamo y la generalidad se apena por lo desgastado del cuento.

Mientras, Genoveva comparte con la repudiada Claudia Rivera el slogan que la promueve como “incluyente”, pero igual que la morenista, es incluyente con perfiles señalados por violencia en contra de las mujeres.

Genoveva quiere repetir la fórmula que durante muchos años y varias elecciones funcionó, aunque los tiempos sean otros.

 

@Olmosarcos_

Máscaras escribe Jesús Olmos