Es octubre del año 2021. No tiene que significar absolutamente nada o puede ser un cambio del paradigma político alemán y europeo. Angela Merkel expresó en noviembre de 2018 que dimitía como líder de la Unión Demócrata Cristiana y en 2021 no revalidaría su mandato como canciller.
La comunicación política siempre tuvo como objeto de estudio el liderazgo en los hombres. No obstante, en las últimas décadas se ha producido un cambio de paradigma que ha permitido a las mujeres acceder a los puestos más importantes dentro de la esfera política y Angela Merkel es el mejor ejemplo de ello. En 2020, la revista Forbes la nombró la mujer más poderosa del mundo ocupando la primera posición por décimo año consecutivo.
Sin embargo, en los últimos tiempos la acepción de liderazgo se establece dentro del marco cognitivo hacia el género masculino. Asimismo, se determinó que cuando se refiere a un varón como buen líder se indicarán rasgos como dureza, competitividad o ambición (rasgos estereotípicamente masculinos) pero no expresarán sumisión, afectividad, compasión o cariño (rasgos estereotípicamente femeninos), por lo que «liderazgo» queda determinado para hombres. Este es uno de los motivos en los que los atributos catalogados como femeninos implican un prejuicio de género responsable de impedir el avance de las mujeres a los altos cargos.
Se debería prestar atención a la crítica de los colectivos feministas sobre los modelos establecidos en el poder. Además, el colectivo ensalza a las mujeres que han logrado esa relevancia en la esfera pública por la mejora en las condiciones generales de la mujer. Sin embargo, hay que añadir que las mujeres dedicadas al ámbito político suelen ser menos mediáticas por su menor incidencia en ese ámbito, empero, los medios de comunicación destacan su apariencia física. En resumen, no se les atribuye el espacio político a las mujeres como una situación normalizada. Cabe añadir que en los partidos políticos se percibe un problema estructural, en cuanto se refiere a escoger a una mujer en un puesto de responsabilidad y liderazgo político. Por tanto, cabría señalar la famosa metáfora «techo de cristal», creada por la doctora Mabel Burin (1996), aunque, actualmente, el término ha evolucionado a «laberinto de cristal», acuñado por Alice H. Eagly y Linda Carli (2007), en el cual expresan que los obstáculos a los que se enfrenta una mujer en la profesión, se tratan de un conjunto de muchos obstáculos por lo que como un laberinto tiene una entrada de fácil acceso pero una compleja salida.
En la comunicación política mixta se dictaron unas reglas de comportamiento hechas por y para hombres. En cambio, con estas medidas se buscaba un progreso en la inclusión de mujeres en la política, aun así en los últimos tiempos el cambio es una realidad. Sin embargo, persiste en la esfera política un problema con el liderazgo y el hecho de que muchas candidatas tengan que mostrar patrones comunicativos masculinos para atribuirse los roles de poder y estatus.
Por último, se debe poner atención al enfoque interseccional que identifica que no existe un solo tipo de mujer, pues existen diferencias entre los países y los estamentos sociales para determinar sus políticas. En resumen, teniendo en cuenta este tipo de enfoque se puede concretar que los factores (mujer, científica, líder político joven y protestante) de Angela Merkel se relacionan con sus políticas de Estado.
De doctora a líder
La doctora en química cuántica llegó a liderar un partido político así como un país, empezó su carrera política en el CDU (Christlich Demokratische Union Deutschlands[1]) después de la caída del muro de Berlín. Su paso por el partido fue imparable; de hecho, rompió con tradiciones y nada más entrar ejercicio como Ministra de Juventud, Familia y Medio Ambiente. Su presencia en el entorno político fue de asombro para muchos pero todo logrado con méritos propios, pues después de la derrota electoral de 1998, ella consideró esa derrota como una oportunidad de afianzar su posición, y así es como logró ser secretaria general. Después, en el año 2000 consiguió convertirse en la cabeza de la lista de su partido. A partir de ese momento se mantiene neutral dentro del mismo y sus líneas se marcan por la sutileza, como expresan varios periodistas: «Ella deja que los hombres vociferen. La canciller ha demostrado que puede dirigir el barco».
Por lo tanto, primero cabría señalar cómo cambió el rumbo de las decisiones políticas tradicionales de su partido a unas más centristas, como suprimir el servicio militar obligatorio o abandonar la energía nuclear. Así como la aceptación del matrimonio homosexual que su partido siempre había rechazado y la apertura a la crisis migratoria. Todas estas políticas son algunas de las razones de cómo ha renovado su presidencia a través de coaliciones.
Después de tantos años la mandataria alemana se ha convertido —según la revista Forbes— en la mujer más poderosa del mundo, ocupando la cuarta posición en el ránking normal (abarca ambos géneros)[2]. Los motivos se deben a que se sitúa como la líder de facto de Europa, liderando la mayor economía después de la crisis que atravesó Alemania y todo el mundo. De igual forma se debería tener en cuenta su reserva de acero, así como su enfrentamiento con Donald Trump y Vladimir Putin, algunos de los momentos más mediáticos de este siglo. Cabría añadir cómo superó la crisis migratoria comentada anteriormente y cómo acogió a los refugiados sirios.
En relación con todo lo planteado y cómo consiguió Angela Merkel ser una líder de talla mundial, por un lado, se debería destacar que se enmarca dentro de ejemplos de mujer que ejercen un liderazgo considerado como masculino, ya que dentro de la política no se han potenciado políticas de igualdad, y su posición determinista deja latente que sus opiniones no tienen en cuenta el género. Otro rasgo de la canciller alemana es el sobrenombre comparable con el de Margaret Thatcher o, como en los medios se le considera, «canciller de hielo», debido a su aparente frialdad y analítica, dentro de lo que se enmarcaría como liderazgo masculino.
Por otro lado, se puede considerar una mujer que rompió el techo de cristal pero no defiende su posición como mujer. De hecho, no tiene en cuenta el género y evita la etiqueta de feminista, pues nunca ha querido entrar en esas contiendas. Aunque la canciller defienda la igualdad y tenga medidas como la «pensión para madres», no se entiende por qué no quiere proclamarse como feminista, en su caso se podría reducir a como explica la periodista Susan Chira en su artículo para el The New York Times: «La crianza de Merkel en Alemania Oriental, donde la mayoría de las mujeres trabajaban y el Estado proclamaba igualdad de género aun cuando en casa reinaba el patriarcado, contribuyó con la determinación de no hacer un fetiche del feminismo».
Por último, debería terminar con una reflexión personal sobre el liderazgo feminista. Un político o política tendría que promulgar los ideales de la tolerancia independientemente de la ideología. Por otra parte, en cuanto al axioma de líder es cierto que una persona debe dirigir pero no controlar y saber que está en al mismo nivel que sus compañeros políticos y compañeras políticas. Con estos elementos, concretaría un formato por el cual igualaría tanto a nivel de género como otro tipo de diferencias (enfoque interseccional) quedaría sobre un mismo nivel.
[1] En castellano: Unión demócrata cristiana
[2] Revista Forbes (2018). Sitio web: https://www.forbes.com/profile/angela-merkel/#735b190b22dd
Por Alba Otero / @OteroAlba