Estaba por venir la parte más difícil del proyecto, encontrar un espacio en la academia francesa.
Ya para 2015, Javier y yo habíamos logrado el primer paso para el proyecto, llegar a la Ecole des Hautes Etudes de Sciences Sociales. Recuerdo perfectamente cuando me presenté a Nancy L. Green para pedirle que dirigiera mi investigación. Lloré a mares cuando me dio un rotundo no. Fue el primero de muchos, de tantos, que perdí la cuenta.
Cruzar el atlántico no fue suficiente. Llegar el día de los atentados del 13 de noviembre de 2015, menos.
Y entonces todo dio un viraje de 180 grados. La vida me cruzó con Manlio Cinalli, en 2016. Un ser extraordinario que me salvó de todas las formas posibles.
Me abrió las puertas de la investigación a través de proyectos con la Unión Europea, creyó en mí capacidad, me empoderó y me recordó que la grandeza de un corazón se mide por las acciones y no sólo por las palabras.
Para 2017 -y hasta 2019- gracias a él, trabajé en la tercera mejor universidad de Ciencia Política en el mundo, Sciences Po Paris.
Junto con él, me codeé con la crème de la crème, los intellos de París (y de la UE), Edgar Morin, Michel Wieviorka, Gérard Noriel, Patrick Boucheron, Alain Touraine, Michel Maffesoli, Martial Foucault, Laura Morales, Hans-Joerg Trenz, Simone Baglioni y Christian Lahusen. (seguramente hay más, mea culpa)
Logré mi tercer proyecto en la European School of Political and Social Sciences.
Javier, de lejos seguía mis pasos, todo le compartía.
En enero de 2019, una charla con Didier Chabanet me abriría la puerta a concretar mi proyecto. Él junto con Manlio, me apoyaron y me respaldaron incondicionalmente.
Al fin, en enero de 2020, oficialmente empezaba un proyecto que contra viento y marea había sido aceptado y reconocido por el Estado francés. Didier no sólo se convirtió en mi director de tesis, ahora es el capitán de este equipo.
Pero nada es perfecto. Manlio, mi gourou, partiría a la universidad de Milán. Se fue no sin antes decirme que él seguiría ahí, pasara lo que pasara y así fue. La distancia no hizo más que evolucionar una relación de trabajo a una amistad sólida.
Ya iniciado el doctorado, pedí una cotutela internacional con mi alma mater, la BUAP.
Logré convencer a la universidad francesa, a mi estimado Didier y a Manlio. Hablé con Javier y le dije que, al fin, el momento de complementar ese círculo -académicamente hablando- de la inmigración de franceses a México y viceversa, de la emigración de mexicanos a Francia, había llegado.
México, Francia, Italia… quel rêve!
Y aun sin financiamiento, les dije a los tres que, si ya habíamos llegado hasta aquí, valía la pena continuar.
Hoy, es una realidad esa cotutela internacional entre la BUAP (a través del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades), mi alma mater y mí universidad francesa.
¿Siguiente paso? Establecer un convenio internacional con el Collège de France, donde el mismo Foucault daba cátedra sobre las “Historias de los sistemas del pensamiento”.
Porque ya pienso en Italia, España, Asia. Mientras tanto, ya tengo cita para ir a Helsinki en 2022.
Sirvan estas líneas para agradecer a todos aquellos que me han ayudado, además de los ya mencionados.
A mamá Cecy, Alex, Enedy, Angelito, Cecy, Raúl Rodríguez, Lydia, Ingrid, Roberto Vélez, Manuel Frausto, Odorico Mora, María del Carmen de la Garza, a mi padre, a mi amado Rafael Lechuga, a quien le debo que, por mis venas, corra sangre serrana.
Porque soy orgullosamente pahuateca, orgullosamente poblana, orgullosamente BUAP.
@laituecita
A Didier, a Javier, a Manlio y a mi padre, Rafael