Ya lo anticipaba desde hace una década Evgeny Morozov, un mundo ultraconectado, una sociedad atomizada por la tecnología y con vidas colonizadas e indiferente de las filtraciones de datos privados, elecciones manipuladas y con un control ilegal de las comunicaciones.
“Nuestras infraestructuras económicas y sociales dependen de los servicios de las empresas tecnológicas. Pero estos gigantes no las construyeron para que fueran seguras, sino para ganar dinero, y tampoco están sometidos a controles democráticos. Nuestra sociedad es vulnerable. Y aún tardaremos otros cinco o diez años en sentir las consecuencias por completo”, declaraba Morozov en 2018.
Pero el adanismo siliconiano de los tecnoutópicos se empecinan en asegurar que con la pandemia, la tecnología es la única opción de convivencia social, colocando —según ellos— dos de las actividades más importantes del ser humano derivadas del aislamiento social: el teletrabajo y las clases en línea.
En este sentido, impresiona el discurso emitido desde una postura propagandistica del mundo digital como un entorno mágico de prosperidad. Voces carentes de toda autocrítica y hasta de sentido común. “La gente cree que estos servicios(internet) son gratis porque hay anuncios, pero no es así. Las grandes tecnológicas absorben nuestros datos, construyen productos basados en ellos y se los venden al Pentágono o a bancos de inversión sin que nosotros veamos un euro. Ese es el verdadero negocio: un modelo económico parasitario”.
En términos de flexibilización laboral, el mismo Morozov puso el ejemplo de uno de los casos más populares, y que tecnoutópicos sacan en cualquier oportunidad como referencia inocua del éxito digital, me refiero a Uber. En 2017, la empresa perdió 4.000 millones luego de popularizarse por años como un servicio económico, cómodo y de calidad. Para recuperar ese dinero, y bajo el “tradicional” modelo de competencia capitalista, Uber debería desprestigiar a sus competidores, utilizar otras artimañas corporativistas para luego subir los precios y encarecer los servicios hasta colocar el servicios en un hipersegmento.
Sin embargo, el capitalismo es más perverso. Con la acumulación de datos de ruta de navegación de los usuarios, tráfico, costumbres digitales y gracias a la inteligencia artificial, Uber bien podría ofrecer los mismos servicios dentro de una década, pero ahorrándose el sueldo de un chofer con el desarrollo de autos autónomos.
Se cumple la profecía, la élite hegemónica exprime los beneficios del sistema capitalista de plataformas mientras la mayoría pagarán el precio de la digitalización de la vida.
Ecosistema Digital
Carlos Miguel Ramos Linares
@cm_ramoslinares