En la política, como en cualquier otra actividad en este planeta, las cosas siempre terminan por caer por su propio peso. Las leyes de la gravedad sirven para exhibir, de una manera muy simple, la causalidad de las cosas y el modo en el que la historia produce a sus héroes y villanos.

Ese mismo fenómeno ocurrió con la Consulta Popular que se suscitó el pasado fin de semana, en el que los 2 corrientes en pugna lanzaron dardos para polarizar y sacar conclusiones apresuradas.

Nuestra opinión pública, tan blanca o negra como ella sola, no da ápice al dato, a la cifra, a la puntualización sin que se etiquete al emisor como miembro de un bando.

Durante el proceso, la promoción, planeación y desarrollo de la jornada de Consulta Popular, estuvo inmersa toda la mano del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Arrancar el análisis con esta frase, seguramente gustará a los detractores del mandatario, pero es un hecho con matices para bien y para mal.

AMLO navega como lo marca el librito. Para la segunda mitad del sexenio, el argumento será la justicia transicional y así es como busca colocarlo. Aunque hay que recordarle algo, una gran cantidad de votantes que lo respaldaron en 2018, buscaban esta misma justicia que se consultó y a la que no han tenido acceso. El presidente se ha negado a encabezar una verdadera ofensiva contra el legado oprobioso del mandato de Enrique Peña Nieto y lo dibuja con palabras esquivas y discursos rimbombantes, pero no ha cumplido el compromiso histórico y eso lo puede marcar para siempre.

También el Instituto Nacional Electoral buscó meterle el pie al ejercicio. Vendieron la cantaleta de que se gastaban recursos millonarios y que tuvieron que hacer el esfuerzo, pese a que en su presupuesto tienen destinado un rubro etiquetado para realizar estos ejercicios, por encima de las comidas y gastos exuberantes de sus consejeros. La promoción pírrica, la falta de casillas, las dificultades adicionales que le generaron a la población para participar y un sin fin de irregularidades hicieron que el ejercicio de participación democrática fuera un rotundo fracaso.

Y el fracaso es para todos, pro 4T y opositores. Sí, es urgente que se juzgue a los expresidentes, es urgente que lo haga una Comisión de la Verdad que no emane de ningún partido o gobierno; urge que el presidente se deje de medias tintas, de amenazas veladas y tome las riendas de lo que tanto tiempo prometió entregar a los mexicanos: claridad en el combate a la corrupción y los corruptos, caiga quien caiga. Urge también que los consejeros del INE dejen de hacer política si es que quieren permanecer como un árbitro justo (en especial Lorenzo Córdova y Ciro Murayama) y que tomen el papel que les confirió la Ley, que estrictamente marca los cómo su porqués de estos ejercicios.

Las grandes democracias del mundo, a las que ambos bandos quieren emular, llevan años luz en ejercicios de participación ciudadana, en donde son los hombres y mujeres que hacen vida cotidiana quienes se empiedran para decidir el rumbo de las cosas.

 

@Olmosarcos_

Máscaras por Jesús Olmos