El escándalo desatado por el contagio de Covid-19 de al menos 30 alumnos del Instituto Oriente en la capital poblana exhibió la pobreza de la calidad humana de un segmento de la sociedad que resulta reprochable.
Un asomo el grupo de WhatsApp en el que participa un nutrido grupo de padres de familia de los 140 alumnos que salieron rumbo al hotel Grand Oasis de la zona hotelera en Cancún evidencia el encono y falta de empatía incluso con sus propios vástagos.
La cloaca fue destapada por el poblano que desde la Universidad Galveston ha hecho más que nadie para difundir la enfermedad que originó la crisis de salud, el profesor en microbiología e inmunología de la UTMB en Texas, Alfredo Torres, que escaló hasta la conferencia del gobernador Miguel Barbosa y su secretario de Salud, José Antonio Martínez García.
El riesgo para los alumnos por el potencial contagio de la cepa de SARS-COV-2 no fue privativo del Oriente, pues alcanzó a la comunidad estudiantil de los colegios Americano, América y muy probablemente la Universidad Popular Autónoma de Puebla, si es que deciden andar el mismo camino de los planteles ya mencionados en próximos días.
Lejos de mantener un estado de penuria familiar por el riesgo potencial para la salud humana de un grupo de jóvenes de estudiantes de nivel medio superior víctimas de contagio de Covid-19, expresaron indignación porque el científico poblano radicado en Texas, los exhibió.
El lunes que Torres publicó en sus redes sociales sobre el viaje a un destino de playa que se encuentra en semáforo epidemiológico en color rojo, una turba irracional de usuarios de Twitter se fueron encima del científico poblano que más conoce de vacunas.
Hubo incluso quien reprochó una presunta necesidad de hacerse de fama cuando el poblano se ha dedicado a hablar de Covid y ciencia en los foros más influyentes de la academia y los medios en Estados Unidos y México.
Nada de eso valió para la horda de padres de familia llamados a indignación porque la publicación en Twitter había exhibido a sus hijos como si la enfermedad mortal se tratara de un estigma bochornoso, tal y como sucedía cuando la Organización Mundial de la Salud catalogaba a la homosexualidad, una enfermedad mental, antes de la mitad del siglo pasado.
No se trata de generalizar en el caso del Oriente, América o Americano, pero el caso particular confirma que la pandemia en algunos casos, más que de salud es de ética.
No sólo expusieron a sus hijos y familia en general ante una enfermedad que sólo en Puebla ha cobrado la vida de 12 mil 792 personas.
Esa conducta encaja en un contexto público y, por tanto, sujeto de escrutinio público.
El titular de Salud, José Antonio Martínez García dijo en la conferencia de prensa la mañana de martes que el área de Vigilancia Epidemiológica del Sector Salud comenzó con el trabajo de detección de los más de 30 casos positivos y de las personas que estuvieron en contacto con cada uno de ellos.
Lejos de la indignación de la que se duelen algunos de los integrantes de esa comunidad, el riesgo general ante el surgimiento de una tercera ola de contagios está ahí, agazapada detrás de la ignorancia y ligereza con la que algunos padres de familia se exhiben sin decoro.
Parabólica.MX escribe Fernando Maldonado