El nombramiento del ahora senador con licencia Martí Batres Guadarrama, como secretario de Gobierno en la Ciudad de México, debe verse como un movimiento político expansivo, cuyas consecuencias, todas, terminan fortaleciendo y consolidando a las distintas facciones de los llamados grupos puros del lopezobradorismo.
Su designación tiene muchos mensajes y avanza muchas casillas en el tablero del juego hacia la sucesión presidencial de 2024, en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), así como en la Ciudad de México, y podría terminar por influir también en el resto de las 17 gubernaturas que estarán en juego en los próximo tres años (seis en 2022, dos en 2023 y nueve en 2024).
Martí representa el ala más dura del lopezobradorismo fundacional y su llegada al gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo tiene el sello de una designación que viene, al menos, sugerida desde Palacio Nacional.
Significa también la alianza del grupo de la jefa de Gobierno con los Batres y sus grupos clientelares y de choque, que se miran a sí mismos como los artífices de los pocos triunfos en la capital del país, y hasta con la facción también “pura” que comanda Bertha Elena Luján Uranga, presidenta del Consejo Nacional morenista.
En los nombramientos que la mañana de este lunes hizo Claudia, también se dio una posición a los lujanistas: Sebastián Ramírez Mendoza, quien ahora es el coordinador de Comunicación Social, luego de su paso de dos años como director general del Canal Público, Capital 21, tras la destitución del poblano Diego Antonio Saturno García, quien hoy despacha en el Congreso de la ciudad.
La derrota catastrófica, que tanto molestó a Andrés Manuel López Obrador, en la CdMx, en donde su partido perdió siete de las 14 alcaldías a manos del PAN, PRI y PRD, ha unido a los grupos puros. O los ha obligado a atender el llamado de unirse.
Es de suponerse que ahora podrán caminar en bloque, arrasando con las decisiones en Morena, si es que su natural indisciplina se los permite.
Batres, al llegar a la segunda posición de mando del Gobierno Central, se convierte también en el aspirante natural a la candidatura en 2024, dejando de un plumazo -al menos por ahora- fuera de la jugada cualquier intención del grupo de Ricardo Monreal Ávila, coordinador de los senadores de Morena.
Martí ha sido, entre otras cosas, presidente de la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal, coordinador, por ciento, en un paso breve y accidentado, del Grupo Parlamentario del PRD en la LVIII Legislatura, presidente de Morena, nacional y en la capital, y presidente del Senado.
En todas esas posiciones se ha caracterizado por ser un tipo porfiado e inflexible, pero en el sentido más negativo. Es decir, es un político duro, pero en la arena pública eso no suele ser una verdadera cualidad, cuando el objetivo es llegar a acuerdos.
Se prevé que el Gobierno de Morena en la capital será un dique para la oposición, que ganó también varias curules locales y federales.
Si Martí llega al final del encargo, dentro de tres años, habrá entonces cumplido su encargo de tener mano dura contra la oposición.
Y ese encargo tiene huellas de venir de la oficia del cuarto piso de edificio del Zócalo, como nueva política de gobierno.
Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco