Muchos ven en la desesperación de Claudia Rivera Vivanco y su equipo, hoy de piel tan delgada y mecha tan corta, la principal señal de su inexorable derrota en las urnas, el próximo 6 de junio.
Otros ven la mayor evidencia de que en la casa de campaña de la alcaldesa con licencia se respira el añejo aroma a humedad de la derrota en las encuestas, que la ponen muy por debajo del exalcalde Eduardo Rivera Pérez.
Muchos más miran en la negativa de algunos de los colaboradores más “fieles” de Claudia a seguirla a campaña la muestra clara de que ni sus seguidores confían en su cruzada por la reelección.
Pero el sabor a vencida comienza a notarse en la campaña de Claudia, mucho más en la construcción de la retórica del fraude y la victimización, en la que se pone como centro, motivo, razón y causa. Un egocentrismo absoluto.
En el momento en que más avante debiera estar el discurso, para sus militantes y para su equipo mismo, Rivera Vivanco ha claudicado en la fuerza del ánimo, para andarse por las palabras de la derrota anunciada.
Cuenta que la han amenazado de que irá a la cárcel gane o pierda, pero no abunda, ni en su propia defensa, sobre las denuncias y evidencias de corrupción que a cada paso se hallan de su administración.
Acusa la presidenta municipal con licencia que la Secretaría de Movilidad y Transporte (SMT) operará, “el día de la elección”, a favor de Eduardo Rivera Pérez, el abanderado de cinco partidos.
Pero no ofrece prueba alguna, ni puede enfrentar al respecto un debate.
Volvió este lunes al falso argumento de la violencia política de género, cuando apenas hace unos días su coordinadora de campaña, Liza Aceves, perpetró el ataque de género más directo y más agresivo que en una campaña se pueda recordar. Como una vileza la calificaron muchos.
Todas esas son claras evidencias de que ni la marca del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que efectivamente está muy alta, ni la operación económica en torno a los votos el día de la jornada electoral, que hasta con vileza presumen algunos de sus seguidores, le va a alcanzar para rasguñar las cifras que, se prevé, alcance el panista Rivera Pérez.
Entonces, sin un genuino impulso democrático, como el que ha acompañado la lucha contra los fraudes de 2006 y el de 2018 en Puebla, Claudia Rivera Vivanco con mucha probabilidad alegará trampas.
Con enorme probabilidad buscará colocar impugnaciones ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), si es que antes, desde sospechosos flancos, no se busca sembrar motivos para pedir la nulidad.
Será, además, una extraña circunstancia en donde quien tiene el cargo y el poder, porque no hay que olvidar que es alcaldesa con licencia y posiblemente regrese a concluir su encargo, aduce “fraude”.
La vieja práctica de “al ladrón, al ladrón…”, cuando es ella quien tiene un ejército de brigadistas y movilizará el 6 de junio los votos que a su favor se obtengan de la manera que sea, pero que, por la diferencia de las encuestas, que la ubican 20 puntos abajo, no le alcanzarán.
El de ella es el discurso del derrotado prematuro, pero certero de su condición amarga e irremontable.
Es el sabor a vencida.
@Alvaro_Rmz_V
Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco