La activación de granjas, robots y lambiscones en redes sociales, financiadas por la agrupación Antorcha Campesina para intentar desvirtuar la entrega de la columna Parabólica del lunes 12, en la que se desnuda el monto de recursos por hasta 500 millones de pesos en la mira de la Unidad de Inteligencia Financiera, es sinónimo de una añeja costumbre en la organización clientelar de Aquiles Córdova Morán.
Al mismo tiempo, evidencia una circunstancia que ha distinguido a esta agrupación, cuya patente pertenece al viejo luchador social que devino en lo que él mismo combatió en la década de los ‘70: la frivolidad y abuso como sello indiscutible del modelo del poder vetusto.
Produce comezón en la rugosa piel el escrutinio en el manejo de las utilidades millonarias que ha permitido financiar movilizaciones callejeras que sirven de presión y chantaje político para gobiernos en estados en los que se tiene representación.
No es la primera vez que la cúpula gerencial que despacha en el holding empresarial, escondido detrás de la agrupación antorchista, arremete contra el autor de la columna por exhibirlos con la solvente claridad.
Un amanuense de los Córdova Morán escribió un largo mamotreto en la cuenta oficial de Antorcha en Puebla en Facebook para reivindicar a la agrupación. Con una deficiente redacción, parece más un manual de adoctrinamiento propio de la verborrea con la que suelen engañar y ganar adeptos en las clases más desprotegidas, que una argumentación inteligente.
Se equivoca otra vez el grupo de personas que se encuentran en el buró político de Antorcha Campesina. El yerro detrás del intento de desacreditar el trabajo periodístico, como ocurre con otros actores de poder, es evidente.
Acusar a quien pregunta, investiga, documenta y publica contenidos contrarios a los intereses de grupos de poder facciosos no hace sino exhibirlos de manera reiterada.
Apostar a la desmemoria puede resultar en un beneficio fugaz, inasible cuando no se conoce el contexto amplio de una organización que, cuando pierde, va al recurso fácil de la descalificación.
La deficiente narrativa utilizada exhibe, también, debilidades políticas y ausencia de inteligencia emocional.
Hace poco más de una década que el vetusto Aquiles Córdova Morán consideró al autor de la Parabólica como un “esbirro de la derecha”, en un largo artículo publicado en la cadena de diarios de la Organización Editorial Mexicana (OEM).
Le había indignado la publicación de un desliz propio de quien vive la pomposa vida de un perfumado conservador, contrario al discurso flamígero de quien lucha desinteresadamente por la clase popular: la compra de un auto de lujo Mercedes-Benz y pagado en efectivo.
Hoy que el modelo político ha cambiado con la llegada de un partido diferente a los que pactaron con la cúpula de la organización, han acusado ya no de ser “esbirro de la derecha”, sino de hacer periodismo trashumante.
Las viejas prácticas del reparto de culpas, el reproche y la conjura del poder no tienen ya el mismo efectismo del pasado. Pero no lo han advertido.