Como toda una generación de mexicanos, en el número 45 de la calle 18 crecieron Adolfo, sus primos y otros niños, todos vecinos de un patio de vecindad en el que se entretenían con la tele prendida viendo al Chavo del 8.
Todos los días, en punto de las 6 de la mañana arrancaba el día con la llegada del periódico a la puerta del hogar. La prensa que se acostumbraba en sus casas, era la única que había de forma masiva, la oficialista, y su compra tenía dos empleos, en principio la lectura y, en segundo lugar, para encender el boiler de leña.
La pandilla de 7 pequeños jugaba todas las tardes al fútbol, cerraba la calle con unas piedras y un balón para la cascarita medular de todos los días. Llegada la noche entraban a sus casas, mientras sus papás tenían la televisión prendida con Zabludovsky y con la cena servida, se escuchaba a ese hombre que era la personificación misma de la verdad.
Los domingos por la mañana, y después de ver a Chabelo, se encontraban en el mercado cuando sus papás iban a la carnicería, un ritual familiar de los habitantes de esa pequeña ciudad.
Así, El Chavo, Zabludovsky y Chabelo acompañaron hasta convertirse en algo parecido a las representaciones formales de la información, entretenimiento y aspiración. ¿Cuestionarlos? Imposible, era atentar contra un modelo entretenimiento-información impuesto como la verdad por una empresa hegemónica.
Así creció toda una generación. Mientras, en las charlas apartadas del comedor poco o nada se escuchaba de los ecos del fraude electoral de 1988, la devaluación del peso de 1994, la masacre de Aguas Blancas en 1995 o la de Acteal en 1997. Pasaron los años y también poco, o nada, se hablaba del ascenso y la desilusión generada por Fox en el año 2000 y el fraude electoral del 2006.
Así fue la niñez de toda una generación que creció lejos del acontecer político, orientado por medios-gobierno que hicieron mancuerna hasta el exceso de imponer a un perfil en la Presidencia de la República.
Pero ¿qué herencia dejaremos a nuestros niños? Cuando vemos un partido que permite que un sujeto acusado de violación sea candidato al cargo de gobernador, o un Instituto Electoral que promueve abiertamente la votación contra un partido político basado en su perfil ideológico, o una oposición aberrante con una alianza incongruente que se lanza por el poder sin una propuesta sostenible.
¡Qué tiempos aquellos, antes del 2006, cuando los niños de entonces jugábamos fútbol en las calles, íbamos a las maquinitas de escapada, rolábamos en la bici por toda la colonia y nos inscribían a todos los equipos de fútbol en todas competencias, tomábamos clases de música y alguna que otra vez escuchábamos atentos a los adultos!
¡Qué difícil tiempo para ser niños! Con la violencia escondida detrás de la puerta, la inocencia pendiendo de un clic y la esquizofrenia tomando las calles donde antes pateábamos la pelota sin temor alguno.
@Olmosarcos_
Máscaras por Jesús Olmos