“El futbol es de los fans”, se escuchó decir esta semana a partir del martes cuando los equipos ingleses abandonaron en bloque el intento fallido de la Superliga; “los aficionados ingleses ganaron esta batalla”, dijo Jorge Valdano; Kevin de Bruyne recordó su sueño de jugar en los mejores torneos y que si bien sabe que es parte de la gran maquinaria económica que es el futbol profesional, sigue siendo el niño que soñaba con jugar en la Champions League; los propios jugadores del Liverpool emitieron un boletín en los mismos términos al igual que los del Atlético de Madrid, pero la realidad es que estos festejos deberían de guardarse porque el futbol sigue estando en medio del fuego cruzado entre empresarios que inflaron el mercado pero que quieren más y políticos del deporte que también velan por sus intereses económicos.

La frase con la que abría esta colaboración es bonita y nos acerca al romanticismo, podemos estar de acuerdo con de Bruyne y contar historias que demuestren nuestro amor al futbol, pero la realidad es que mientras llenamos páginas con románticas declaraciones, los jerarcas del futbol ya diseñan su nuevo esquema donde no caigan en los errores de esta Superliga (boletín de creación a la medianoche europea, sin capacidad para explicar cuáles son los méritos deportivos que primarán y los mecanismos de solidaridad financiera para que las ganancias del torneo permeen a las instituciones más pequeñas), hoy mismo un vocero del banco J.P. Morgan (principal patrocinador de la Superliga) reconoció: “Claramente juzgamos mal cómo se vería este acuerdo en el conjunto de la comunidad futbolística y cómo impactaría sobre ella en el futuro. Aprenderemos de esto”. Es decir, si estamos del lado de los románticos se ganó una batalla pero no la guerra.

Sin embargo no hay motivos para la exacerbada felicidad de algunos aficionados y medios de comunicación ya que el romanticismo también puede servir para vender un producto. El mismo día que nació la Superliga, la UEFA dio a conocer el nuevo formato de Champions que entrará en vigor en 2024. Algunos podrían suponer que tras la apasionada defensa del futbol y a los equipos chicos, organismos como las Ligas, la UEFA y la FIFA también se darían cuenta de áreas de oportunidad en las que tienen que cambiar, pero la respuesta ha sido distinta y sigue en la línea de exprimir al futbol: El nuevo formato se resume en quitar la actual fase de grupos para generar una ronda donde cada equipo tenga garantizados diez partidos antes de la fase de eliminación directa: Más juegos, más transmisiones, más dinero para los clubes y para la propia UEFA; si este incremento de partidos significa una mayor carga para los futbolistas, si este aumento significa bajar la calidad del certamen eso no importa porque las arcas estarán llenas.

Las ligas brincaron ante el anuncio de la Superliga y, de repente, se acordaron de los equipos más chicos que tenderían a la desaparición, pero ahora surge una pregunta basada en el ejemplo de la Liga Española que preside Javier Tebas. ¿A partir de esta victoria de los aficionados (británicos) cambiará el modelo de repartición de derechos de televisión y lo hará equitativo como sucede en Inglaterra y Alemania o mantendrá la primacía de Real Madrid, Barcelona y Atlético que ahora reciben más dinero porque son los que más interés generan?

Doña UEFA se sintió ultrajada ante la traición de Andrea Agnelli (Presidente de la Juventus de Turín y de la Asociación de Clubes Europeos), pero además de crear un nuevo formato para la Champions que se basa en una fórmula mercantilista acaba de mostrar su lado más inflexible: A pesar de la pandemia prosigue con su idea de realizar la Eurocopa de Naciones a partir del 11 de junio y se mantiene firme en realizarla en varias sedes del viejo continente; la llamada Euro itinerante en ciudades como Roma, Bakú, San Petersburgo, Múnich, Budapest, Copenhague, Londres, Glasgow, Ámsterdam y Bucarest, sin importar que organizar un torneo de estas características aumente la posibilidad de mayor contacto entre los aficionados que seguirán a distintos lugares a sus selecciones, es decir, a la UEFA que se preocupó tanto por los aficionados en el golpista intento de la Superliga, para un torneo organizado por ella parece no importarle la seguridad sanitaria de esos mismos aficionados.

Bilbao y Dublín también eran sedes para la  Euro itinerante, pero perdieron su lugar ante Sevilla y San Petersburgo (que albergará más partidos ante la baja de la capital irlandesa). El Ayuntamiento de Bilbao, presidido por Amaia Arregi, no estuvo dispuesto a modificar sus políticas para prevenir casos de Covid-19 y se mantuvo firme ante las presiones de la UEFA para permitir un aforo de al menos 25% del cupo del nuevo San Mamés en los partidos del 14 de junio España vs Suecia, España vs Polonia del 19 y España vs Eslovaquia del 23. Al no llegar a un arreglo satisfactorio, el organismo quitó la sede a Bilbao y la entregó a Sevilla donde las autoridades andaluzas sí aceptaron permitir un aforo del 30% en el estadio de “La Cartuja”. La UEFA justificó su decisión al pensar en los aficionados: “Tras la decisión de las autoridades locales, quedó claro que era muy poco probable que los aficionados pudieran asistir a los partidos que estaban programados para jugarse allí (ni siquiera se dignó a nombrar a Bilbao). Por ello, con la asistencia de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), la UEFA propuso trasladar esos encuentros a otra sede de ese país anfitrión, simplemente para permitir que los aficionados asistan a los partidos tras un año de no poder ver fútbol en directo en los estadios”.

Así como se decía que los Presidentes de los clubes disidentes que crearon la Superliga habían tomado su pelota y habían acabado con el juego (como cuando se enojaba el dueño del balón), la UEFA hace lo mismo con un Ayuntamiento que, basado en los datos de la pandemia, no está dispuesto a rebajar sus medidas, a la UEFA no le importa si Bilbao ya invirtió 1.5 millones de euros en la organización, como no le siguió el juego toma su pelota y se la lleva a Sevilla, pero este organismo junto con la FIFA son los “salvadores” del futbol, cuando lo único que de verdad entiende es de situaciones de mercado. “Los aficionados” es un concepto abstracto que conviene defender públicamente para justificar  decisiones que atienden a lo mercantil no a lo deportivo.

Por su parte FIFA ha hecho de los méritos deportivos otro concepto que le ayuda a incrementar sus ganancias; “la democratización del futbol” nos ha llevado a permitir más cupos en los Mundiales que han pasado de 16, a 24, a 32 y próximamente a 48 “porque eso ayuda al desarrollo futbolístico de todas las regiones”; Joao Havelange descubrió que el reparto de cupos mundialistas era una buena vía para ganar votos y mantenerse al frente del organismo, su alumno, Joseph Blatter, enriqueció el modelo y el hombre que iba a limpiar a la FIFA tras los escándalos de corrupción, Gianni Infantino, perpetuó el modelo al aprobar el incremento de 32 a 48 selecciones para Norteamérica 2026. En los espacios de “SET Deportes” se ha insistido en el silencio de FIFA en torno a los abusos y a la violación de los derechos humanos de los trabajadores migrantes, principalmente de Nepal, que construyen los estadios que se usarán en Qatar 2022 y en el que aproximadamente han muerto 6,500 https://www.youtube.com/watch?v=azg5NIoMoco. El organismo internacional que se dice cercano a los derechos humanos, que los promueve y que tiene campañas internacionales sobre los valores del deporte, simplemente ha volteado la cara, mientras Infantino recorre las lujosas instalaciones con las autoridades de ese país https://www.youtube.com/watch?v=TRl72nlmZ7g. De la misma forma tampoco ha informado sobre los cambios en el calendario internacional para permitir que la Copa del Mundo se juegue en noviembre y diciembre de 2022, ya que es justo la temporada 2021-2022 la que debería empezar con las modificaciones o ¿pretenderá hacer los cambios de un jalón en la 2022-2023 y solamente avisar a las ligas que tienen que hacer un paréntesis para permitir que los futbolistas vayan a Qatar?

Son ejemplos que demuestran que el futbol es un rehén de organismos que no son damas de la caridad y que lejos de lo que dice su discurso sólo persiguen intereses mercantilistas. Ilkay Gündogan ha sido uno de los pocos jugadores que se ha quejado del nuevo formato de Champions y su metáfora es correcta: Hay dos males, el que proponen los jerarcas con la Superliga o el monopolio de FIFA y sus confederaciones. Al final el amor al futbol lo sienten los aficionados y ese amor sirve para que medios, clubes y organismos los manipulen para seguir dando vuelta a la gran rueda de un negocio muy lucrativo. A nombre del “amor al futbol” se justifican acciones que en realidad golpean su esencia.

El problema es que no sólo el futbol es rehén de este tipo de jerarcas; el deporte en sí sufre la misma suerte. El olimpismo habla de valores universales, se ostenta como interlocutor en problemas internacionales, pero también voltea la cara si los derechos humanos cuestionan su negocio como sucede ahora con la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 https://www.youtube.com/watch?v=NCmLgr7dN_0 o con la conservadora postura de no permitir manifestaciones en contra del racismo en  sedes olímpicas y ceremonias de premiación de Tokio 2020 para diseñar como premio de consolación o como mecanismo para limpiar la conciencia un mural en la Villa Olímpica donde los atletas podrán utilizar palabras como paz, solidaridad, inclusión e igualdad, pero limita a los deportistas en cuanto a conseguir un impacto mediático. El COI así también quiere imponer qué decir y qué pensar a los atletas y de esta manera, los valores del deporte sirven para manipular y hasta para vender los productos, mientras la materia prima (atletas y futbolistas) se quedan callados.

 

@abascal2

El Blog de Puebla Deporte por Antonio Abascal