1. ¿Cuál es la verdad? Es la pregunta que solían hacerme amigos y conocidos al iniciar mi carrera como periodista hace cerca de 10 años cuando aún estaba en la universidad.

Les contestaba: la verdad es la suma de todas las versiones que puedas leer desde todas las perspectivas, pero con el ángulo único que le da a la información tu sistema de creencias.

Nadie entendía lo que decía y tenía que ahondar más. Mi método era: había que leer sobre un mismo hecho la versión de un diario con tendencia de derecha, otro de centro y otro de izquierda, luego de las conclusiones y coincidencias de los tres, había que sumarle mi propia ideología y así tendríamos una dosis informativa más acercada a lo veraz.

Claro que nadie estaba dispuesto a gastar el tiempo suficiente para hacer este ejercicio con cada información a su disposición, con cada uno de los textos, artículos, encabezados, fotografías, documentos o investigaciones que llegaban a su poder, además de que tampoco había mucho de dónde hacerlo

Como parte de mi análisis, mencionaba que en ese hueco en el que se encuentra la idealizada verdad, entraban los medios de comunicación serios, masivos y sus conductores o lectores de noticias que se vendieron a sí mismos como los únicos portadores de este incuestionable don.

Los comunicadores se diseminaron, se hicieron menos creíbles y vino la internet a romperlo todo, un choque frontal ante el control informativo con verdades inconmensurables, pero con espacios inhabitados por la ciencia, ausentes de método, desolados, gigantescos y vacíos.

La red se apropió del concepto de verdad, pero ahora una verdad autoconstruida. Fuentes sin verificar, falta de credenciales, teorías de conspiración, salud alternativa, excesivo ruido, preponderantes intereses sociales, políticos y económicos, y muchos otros vicios que se difunden todos los días en notas descontextualizadas, medios con videos sacados de contexto y contenidos que incitan a conductas fuera de tiempo y lugar.

Añadía que todo ocurría esto en medio de un brinco generacional a una conducta digital que actualizó las formas del quehacer diario a expresiones virtuales que muchos sienten como la verdad. El comportamiento humano devino en una pantalla y muchos caímos idiotizados. 

Actualmente, los bots quedaron atrás, estamos en la era de los troles. Pero estos individuos ya no se esconden detrás de cuentas falsas para atacar, sino que son personalidades públicas, entes a la vista de todo que a diario tuercen el discurso a los intereses que les conviene defender, lo tergiversan todo, tienen la verdad a la venta y son también sus compradores.

Los hay de izquierda y de derecha. Los Belaunzarán y los Lozano; los Attolini y los Ackerman, todos cortados con la misma tijera. Unos acostumbrados al poder y a estar vigentes, los otros ebrios del escaparate que les da la novedad; todos juntos aprovechando cada megáfono para esparcir,  realidades a medias.

Esta es una pequeña dosis de la verdad.

 

@Olmosarcos_ 

Máscaras por Jesús Olmos