El 9 de junio de 1960 México y el mundo conocieron la historia de Macario, cinta dirigida por Roberto Gavaldón, con la fotografía de Gabriel Figueroa e Ignacio López Tarso como protagonista; aquella tercia combinada con el realismo mágico que conjugó a Dios, el Diablo y la Muerte, en la súplica de un pedazo de guajolote cocinado, dieron grandes satisfacciones y reconocimientos a la película, mismos que hoy recuerda su protagonista.
Se cumplen seis décadas de su estreno en México, según los registros filmográficos, y ante el cuestionamiento de ¿cómo se siente con el hecho de que la historia siga dando frutos a sesenta años de haber cautivado al público? Don Ignacio López Tarso responde a Notimex, con total elocuencia, que son más, que recuerda el momento en qué llegó con el filme a la India en 1959, y un año después, haber recibido el galardón a Mejor Actor en el Festival de San Francisco.
“Ese año, 1960, ya participó como Mejor Película Extranjera para el Óscar, fue el primer año en que eso se instituyó en Hollywood, el que se diera premio a las películas extranjeras, de modo que han pasado 61 años”, explica el actor a la distancia, refugiado en su estudio de trabajo, donde sostiene que el filme le ha dado muchas satisfacciones, además de la oportunidad de viajar por el mundo para presentarlo.
Don Ignacio platica, vía telefónica, que la productora de Macario, fue Clasa Films Mundiales, cuyo presidente era el Licenciado Armando Orive Alba, y cuando llegaban las invitaciones de la India, Rusia, Israel y otros países para acudir con el filme a los festivales, estas eran para el director, el jefe de fotografía y, en tercer término, para él, y si los dos primeros no podían asistir, tenía que presentarse sólo a las justas cinematográficas: “Fui muchas veces con la película bajo el brazo”.
“A veces me daban también boleto para mi esposa, me llevaba a Clara, mi mujer, y así recorrimos gran parte del mundo con ‘Macario’”, profundiza el primer actor, quien el 15 de enero celebró sus 95 años, y antes de terminar el cuestionamiento de ¿cómo llegó a protagonizar la cinta? Se arroja a contestar; “De carambola, porque la película era para Pedro Armendáriz, ya se preparaban para filmar la película cuando a Pedro le llegó un contrato formidable para hacer una película en Italia”.
“Con un gran director, no recuerdo quién, con un repartazo, con dos o tres grandes actrices italianas, un sueldazo y Pedro se fue. Entonces Gabriel Figueroa un día me dijo ‘¿Qué te parece que aprovechemos la oportunidad para ti?, ¿te sientes capaz de hacer ‘Macario’?, y dije ‘Sí ¡cómo no!, ¡cómo no! Yo conozco la historia, el personaje y lo haré encantando de la vida’, entonces me llevo, hablamos con el licenciado Orive Alva, nos pusimos de acuerdo y me quedé con la película”.
López Tarso recalca que es una película que le gustó hacer, porque además de la belleza del personaje, es una historia divertida; “Con los niños del pueblo, cuando se hace famoso, la escena de la Muerte, en la que comparten un guajolote y que, en agradecimiento, le otorga un agua misteriosa y maravillosa que, con una gota de esa agua salva a la gente que está en peligro de muerte, de modo que se hace un doctor famosísimo y muy rico, le cambia la vida a ‘Macario’”.
“El cuento demuestra que este ‘Macario’, cuando aprovecha todo el favor que le hace la Muerte, de hacerlo un gran doctor, pues no es nada de doctor, es la agüita misteriosa que le da al enfermo y con eso se salva; es un truco y se demuestra la falsedad cuando no puede salvar al hijo del virrey, lo persiguen y encuentran muerto, se supone que fue porque le dio una indigestión por comerse, como nunca había comido, medio guajolote a mordidas”, dice entre risas el actor.
El actor comparte el proceso de rodaje de “Macario”
El filme se basó en la obra homónima de B. Traven, escritor que colocó al pobre leñador de nombre “Macario”, en la indecisión de compartir un guajolote, bien cocinado por su esposa, con Dios, el Diablo o la Muerte, otorgándole a esta última, media pieza del animal; a cambio el leñador recibió un recipiente con agua curativa que le permitió hacerse de riquezas y fama en el pueblo.
Es precisamente aquella escena, la que Don Ignacio López Tarso recuerda con emoción: “Al inicio de la filmación, un día me llamó Roberto Gavaldón y me dijo ‘Quiero que estés muy pendiente de la escena donde partes el guajolote con la Muerte, con Enrique Lucero, y entre los dos tienen que comer como verdaderos trogloditas, gente que tiene un hambre, pero de verdad, que te estás muriendo de hambre, como era ‘Macario’”.
El actor recalca que durante los primeros días de filmación tuvo en cuenta la recomendación de Gavaldón y siempre investigaba hasta dónde llegaba el plan de trabajo del día siguiente, y el que no estuviera esa escena, lo dejaba tranquilo, hasta que un día mientras compartía la botana con los muchachos del staff y equipo de utilería, llegó la noticia de que tenía que filmar aquella escena.
“El camión de utilería era famoso porque se preparaban las mejores botanas y te invitaban siempre un tequila, yo había llevado varias botellas y nos juntábamos a veces a tomar un trago, a medio día. Ese día había una botana muy buena, de chicharrón con guacamole, tortillas a mano recién hechas, barbacoa, carnitas, de modo que, estuve taqueando con los muchachos sin mayor preocupación, porque en el plan de trabajo no estaba esa escena”, comparte con alegría el actor.
López Tarso recuerda que, para aquel momento, el día se nubló y comenzó a relampaguear, acto seguido, Roberto Gavaldón le llamó para rodar la escena del pavo en una cueva, pues en ese lugar estarían protegidos del mal tiempo y no había ninguna secuencia mejor para ese día, pues se encontraban Enrique Lucero y él: “Después del taco, el tequila y todo aquello, donde estaba bien satisfecho y había botaneado de maravilla, me llama Gavaldón para la escena, ni modo”.
“¡Pero hombre, Roberto, por favor!”, relata Don Ignacio que le dijo al director, quien le contestó que en el cine hay cosas que no se pueden prever porque no hay nada más y es lo conveniente, en el sentido de rapidez; como Enrique y él, eran los únicos actores, y estaban listos para grabar, tenían que rodar la escena: “Le platiqué que estuvimos taqueando y botaneando, y me dijo ‘Pues ni modo, te fastidias, así es el cine’”.
Un rodaje sin utilería; la disciplina de Roberto Gavaldón
Corren los primeros minutos de “Macario”, y se observa al protagonista en su camino a casa, donde ya lo esperan su esposa y cinco hijos. En su andar, carga en su espalda y frente, una gran cantidad de troncos y se detiene a recoger un ramo de flores que una conocida le manda a su esposa para su ofrenda del Día de Muertos, pero ¿cuál fue el esfuerzo que representó para Ignacio López Tarso filmar las escenas con aquel peso encima?
El actor recuerda que la primera escena de la película se rodó en una calle empinada de Taxco, empedrada, dispareja y difícil de transitar: “Comienzo a caminar, la cámara a rodar, empiezo a caminar, caminar, caminar y subir, y de pronto grita Gavaldón ‘¡Corte!’, y yo dije, ‘¿Por qué?’, y viene el director y dice ‘A ver utilero, ¿qué madera pusiste aquí en la carga que trae Macario, en la espalda?’, y el respondió ‘Pues madera de panza para que no le pese’”.
“Necesito ver el esfuerzo enorme que hace el que verdaderamente lleva una carga de leña por estas calles empinadas, necesito ver en las piernas el esfuerzo, en el cuello porque es con mecapal, con esa cosa que te ponen en la frente, donde va todo el peso de la carga que se va a la espalda y en el cuello, pues se ve naturalmente, y se ven las piernas y el estómago, como están haciendo el gran esfuerzo”, externa López Tarso sobre lo que quería Gavaldón en la cinta.
Entre risas, el actor explica que la carga se cambió por madera de verdad y durante todo el rodaje, llevó consigo por lo menos 10 kilos de peso, y una vez que vieron el resultado en cámara, se notó la diferencia en el aspecto que tenían los hombros, piernas y espalda al dejar de usar utilería; “Estuvimos platicando la noche anterior y me dijo que le decían ‘El Ogro’, pero yo soy muy exigente con la gente que no cumple, me enojó mucho con los que no cumplen con su trabajo”.
‘Sí señor tiene usted toda la razón’, y toda la película la hice con la carga de leña auténtica, de manera que sí, quedó comprobado que Gavaldón es muy exigente, pero que exige con toda la razón, exige porque debe hacerlo y porque es en bien del personaje y de la película, no había nada que discutirle, yo le dije ‘Sí, tiene usted toda la razón, que me cambien la carga de la leña y me pongan madera realmente pesada’, y se acabó, así se hizo toda la película”, puntualiza.
“¡Bienvenido a mi gruta, Macario!”, la escena en Cacahuamilpa
“Macario”, se enfrenta a una última prueba, curar al hijo del virrey con la agüita curativa, pero según lo dicho por la Muerte, si aparece en la cabecera de la cama, no hay nada que hacer por el enfermo; el protagonista tiene que hacer que el moribundo sane o, de lo contrario, morirá a manos de las tropas del virrey, y como el destino es su propia muerte, decide huir y buscar la ayuda de quien se convirtió en su dador de riqueza, pues probablemente le ayude.
“¡Bienvenido a mi gruta Macario!”, dice la Muerte, cuando el protagonista llega a las grutas de Cacahuamilpa y ve cientos de miles de velas encendidas: “Le empieza a dar una clase de lo que es la humanidad y como las velas se apagan a veces por miles como cuando hay un coronavirus, como lo hay ahora, por el COVID-19 que se muere muchísima gente, así le dice la Muerte a ‘Macario’, y aquí hay veces que se apagan muchas velas y otras, poco a poco”.
“Esta es la humanidad. Aquí ves arder las vidas tranquilamente. A veces soplan los vientos de la guerra, los de la peste y las vidas se apagan por millares al azar”, sostiene en su discurso el anfitrión, a quien “Macario”, cuestiona por su vela a punto de consumirse; “Le arrebata la vela y se va corriendo, y la Muerte, dice Macario, no corras, hombre, pues si estás en manos de la muerte y tu muerte ya está determinada, ya se ha decidido que debes morir’”.
Tras el final de “Macario”
Tal como lo contó al inicio el primer actor, la cinta recibió un sinfín de premios a nivel internacional, y aunque Don Ignacio López Tarso precisó que entró en la contienda de Mejor Película Extranjera (ahora Mejor Película Internacional), cuando se instauró la categoría por vez primera en Hollywood, según los registros, fue cuatro años después, aunque sí, fue la primera película mexicana en competir en dicho rubro.
Desde entonces, aquel hito se ha repetido con El hombre importante (“Ánimas Trujano”), de 1961, Tlayucan, de 1962, Actas de Marusia, de 1975; mientras que para el nuevo siglo ha sucedido con Amores perros, del 2000, El crimen del padre Amaro, del 2002, El laberinto del fauno, del 2006, con Biutiful, en 2010, y con Roma, resultando ganadora, en 2018.
Pero Macario, incluso fue reconocida, en 1994, como una de las 100 mejores producciones mexicanas de todos los tiempos: el conteo fue realizado por una revista mexicana que reunió a una cuadrilla de especialistas y periodistas, como Jorge Ayala Blanco y Carlos Monsiváis, quienes le dieron la posición número 59 al filme.
Con información de Notimex.