México voltea poco hacia Belice, su tercera frontera y puerta natural hacia el Caribe angloparlante.
Pese a haber jugado un papel fundamental en su independencia, en 1981, nuestro país mantiene una relación distante, casi desinteresada con ese vecino.
Quizá nuestro desconocimiento sea resultado de lo infrecuente de las conexiones aéreas y el hecho de que nos une un solo puesto fronterizo, francamente discreto, que se llama Subteniente López. Sin embargo, hay mucho que aprender de los beliceños. No sólo de su cultura maya y negra y su literatura —que tiene en la novelista Zee Edgell a una de sus exponentes más consolidadas— sino, recientemente, de su estrategia contra el covid-19.
Hoy martes, el país centroamericano, de 383 mil habitantes, pone fin al estado de emergencia que declaró el pasado 1 de abril. Y lo hace con resultados sorprendentes. De acuerdo con su reporte más reciente, sólo ha tenido 24 personas contagiadas, de las cuales dos han fallecido, 18 se han recuperado y cuatro se mantienen como casos activos. El más reciente es un ciudadano hondureño que fue detenido en aguas beliceñas.
En los dos distritos que comprenden los 193 kilómetros de frontera terrestre con México —Corozal y Orange Walk— sólo ha habido cuatro casos de contagio. Pese a su extensión territorial de sólo 23 mil kilómetros cuadrados, los visitantes internacionales rebasan el millón y medio al año. Antes del confinamiento, su aeropuerto recibía vuelos directos desde varias ciudades de EU y llegaba a sus costas gran cantidad de cruceros. Por eso, para enfrentar la pandemia, el gobierno del primer ministro Dean Barrow ha tenido una estrategia sanitaria con medidas estrictas: pruebas, rastreo de contactos, aislamiento de portadores y uso generalizado de cubrebocas.
Hasta el último reporte, había aplicado 2 mil 188 pruebas de coronavirus, de las cuales 2 mil 154 habían resultado negativas. Parecen pocas pruebas, pero son una quinta parte más de las que ha aplicado México por cada mil habitantes. El índice de positividad de las pruebas es de 1.5%, en línea con naciones como Corea del Sur e Islandia, que han sido muy eficientes en el combate a la enfermedad. Hay que recordar que en México el índice de positividad es de 50 por ciento.
Si a usted le parece que la comparación entre los dos países no viene al caso, por la gran diferencia de tamaño, entonces comparemos a Belice con Quintana Roo. En ese estado de México, de 1.5 millones de habitantes, había, de acuerdo con el reporte del domingo pasado, un acumulado de 3 mil 437 casos de covid-19 y 563 personas fallecidas. ¿Le parece que tampoco es válida la comparación? Entonces, hagámoslo con el municipio de Othón P. Blanco (con cabecera en Chetumal y una población de 220 mil habitantes), donde hay 547 casos y 31 muertos.
Hasta antes de la pandemia, las autoridades mexicanas vigilaban celosamente el principal punto de cruce no autorizado entre los dos países, el que une a los poblados de Álvaro Obregón y San Víctor, sólo separados por el río Hondo. Hoy, de acuerdo con reportes de prensa, es al revés: las autoridades beliceñas son las más preocupadas por lo que viene del otro lado de la frontera.
La soberbia mexicana en el combate al coronavirus
—personificada por el subsecretario Hugo López-Gatell— sólo acepta comparaciones de nuestro país con otras naciones cuando se pueden presentar cifras que, aparentemente, nos hacen ver mejor. Cuando uno compara con Belice, no hay forma de disimular nuestros malos resultados.
BUSCAPIÉS
Lo que la natura no da, Salamanca no presta, reza un antiguo dicho latino que previene contra esperar resultados milagrosos cuando uno no ha hecho la tarea o no trae virtudes de fábrica. En México hay una confianza desmedida en que el nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, que entra en vigor mañana, nos salve de los apremios económicos, tanto los autoinfligidos como los que propició el coronavirus. Pero, como ha advertido Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, el acuerdo no va a compensar la pérdida de confianza e incertidumbre en México.