Seis veces habló ayer de saqueo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera.
“Venían las empresas extranjeras a saquear, saquearon más en este periodo neoliberal que lo que saquearon durante los tres siglos de dominación colonial, hicieron lo que quisieron”, afirmó.
Para el mandatario, la inversión privada –sobre todo si es extranjera– es sinónimo de abuso.
Porque así la ve, quiere acabar con cualquier tipo de relación económica que pueda ser interpretada como dependencia.
Por ejemplo, a López Obrador le agradaría que México fuese autosuficiente en producción de alimentos. Lo dijo en campaña y lo ha repetido desde que asumió el poder.
“Debemos de ser autosuficientes porque si no nos venden alimentos o se encarecen los que compramos afuera, vamos a padecer en México; pero si somos autosuficientes en maíz, en frijol, en arroz, en carne, en leche –que no lo somos, tampoco en gasolina–, si producimos en México lo que consumimos nos van a hacer lo que el viento a Juárez”, dijo en junio del año pasado.
Pero México no es país con condiciones geográficas propicias para ello. De las cerca de 200 millones de hectáreas del territorio nacional, apenas la mitad es cultivable. El resto son montañas y desiertos. Por cada hectárea cultivable en nuestro país hay cerca de mil 200 personas. En Brasil hay 300; en Estados Unidos, 220; en Argentina, 125; en Rusia, 121; en Canadá, 86, y en Australia, 59.
Aunque la autosuficiencia alimentaria puede entrañar algunas ventajas, no es la panacea para el desarrollo. La prueba es que el país con la mayor tasa de autosuficiencia es Argentina (273%, de acuerdo con la FAO) y el de la menor es Noruega (50.1%).
Las economías de Argentina y Noruega son prácticamente del mismo tamaño (445 y 417 mil millones de dólares, respectivamente), pero Argentina ocupa el lugar 66 del mundo en PIB per cápita mientras que Noruega es el tercero.
En 2019, México produjo unas 28.2 toneladas de maíz y tuvo que importar 15.5 millones de toneladas del producto. De acuerdo con datos recientes, el costo de producir una tonelada de maíz en Estados Unidos es de 53 dólares (mil 250 pesos) y en México, de mil 750. Además, para poder producir todo el maíz que necesitamos, habría que quitarle la tierra a otros cultivos, seguramente más rentables. ¿Qué conviene más, entonces? ¿Producir lo que nos falta o importarlo?
Lo mismo pasa con la energía. El presidente López Obrador está convencido de que México debe ser autosuficiente en producción de combustibles, aunque, como el maíz, sea más barato importarlos. Para lograrlo, quiere aumentar la refinación de crudo, lo cual –de acuerdo con el especialista Carlos Elizondo Mayer-Serra– aumentará el volumen de combustóleo, residuo de la destilación fraccionada.
Como no hay qué hacer con ese combustóleo –antes lo usaban los barcos, pero es tan contaminante que ya se prohibió internacionalmente, incluso en altamar–, el gobierno quiere quemarlo para producir energía eléctrica, lo cual, además de ser ineficiente, es sumamente dañino para la salud de la población.
Para lograr su objetivo, el gobierno ha puesto en entredicho inversiones en energías renovables, arremetiendo políticamente contra ellas como hizo el Quijote contra los molinos de viento, a los que veía como “desaforados gigantes”.
Esto ha sido denunciado por la Unión Europea y Canadá, entre otros. Las empresas afectadas han amenazado con llevar al gobierno mexicano a los tribunales. De hecho, una de ellas, la empresa española Mexsolar, ya logró una suspensión provisional contra los efectos del acuerdo de la Secretaría de Energía, publicado el viernes.
“Están en todo su derecho de acudir a los tribunales, como también nosotros tenemos el derecho de hacerlo en el marco de la legalidad vigente y en defensa de los intereses de los mexicanos”, dijo ayer el Presidente, al ser cuestionado sobre el tema.
Y agregó: “Si no ponemos orden, va a seguir lo mismo: la corrupción, van a seguir viendo a México como tierra de conquista, como lo hacían”.
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